Arquitectura y urbanismo, disciplinas del agua

Caracas, Venezuela. ©Alex Lanz

¿Podemos imaginar un mundo sostenible con el urbanismo y la arquitectura que hemos desarrollado hasta ahora? La crisis del agua y el saneamiento apunta a que no, y está provocando un cambio radical en la forma de concebir, construir y planificar las casas y ciudades en las que vivimos. La nueva arquitectura se alza como una disciplina de esperanza.

Vídeo

El mes pasado, el arquitecto Alejandro Haiek nos explicaba en el Roca Barcelona Gallery el papel clave que tiene la arquitectura en la forma de relacionarnos con el entorno.

La visión de Haiek es clara en este sentido: “La arquitectura es de las disciplinas que tiene mayor poder de transformación del territorio; y si no es capaz de gestionar correctamente esos recursos se convierte en un acto de deterioro y artificialización”.

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Alejandro Haiek. Segunda edición del ciclo de conferencias #DevelopmentByDesign. Roca Barcelona Gallery. Diciembre 2016.

El arquitecto venezolano co-fundador de LAB.PRO.FAB y The Public Machinery abrió la segunda edición del ciclo de conferencias #DevelopmentByDesign, organizado por Roca en asociación con el Master en International Cooperation in Sustainable Emergency Architecture de la School of Architecture UIC Barcelona, ciclo que cuenta desde su inicio con el apoyo de la Fundación We Are Water.

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Laxmi street. Pune, India. ©Ville Miettinen

La degradación del tejido urbano

En la planificación arquitectónica y urbanística, el agua y el saneamiento juegan ahora un papel determinante, pero no siempre ha sido así: en el pasado reciente hemos asistido a una notable degradación del tejido urbano, en el que en 2015 vivían casi 4.000 millones de habitantes.

La enorme expansión demográfica de las últimas décadas y los movimientos migratorios hacia las grandes urbes han causado una presión que en muchos casos no se ha podido absorber. Entre 1990 y 2015, la población urbana del mundo creció un espectacular 73 %, mientras que la rural lo hizo sólo en un 11%.

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Tugurio en el área de Kali Bari Marg del centro de Nueva Delhi, India. © DFID

Esto ha sido especialmente notable en los países en vías de desarrollo en los que existen más de 200 ciudades que sobrepasan el millón de habitantes y unas veinte capitales tienen más de 10 millones de residentes. Demasiado crecimiento en tan poco tiempo en economías que no han podido evitar que la migración debida a la pobreza rural acabe en más pobreza urbana.

El resultado en estos casos ha sido tugurios sin saneamiento que son un foco de contaminación fecal y de notables alteraciones hidrogeológicas en las zonas construidas y pavimentadas. En estos barrios, edificados apresuradamente, son frecuentes las inundaciones por escorrentías no calculadas y el afloramiento de cloacas mal construidas.

Por otra parte, estos desaguisados de cemento y asfalto quedan allí donde se han construido con muy pocas probabilidades de regeneración a corto plazo. Permanecen como un vivo ejemplo de lo que Haiek califica de “actos de deterioro y artificialización”.

Pese a los esfuerzos realizados para cubrir los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2015 sólo el 79 % de la población urbana del mundo (unos 3.160 millones) tenía acceso directo al agua potable en sus edificios. La peor parte se la llevan las ciudades del área subsahariana donde el 2 % de sus ciudadanos se provee de agua de “superficie”, es decir de la que encuentra en ríos y lagos cercanos que no tiene las mínimas garantías de salubridad.

En cuanto al saneamiento la situación es peor ya que, en 2015, sólo el 82 % de la población de las ciudades disponía del saneamiento adecuado en sus hogares, mientras que el 10% (400 millones) sólo podía acceder a instalaciones compartidas con sus vecinos, el 6% (240 millones) no tenía acceso a instalaciones adecuadas y un 2% (80 millones) practicaba la defecación al aire libre en calles y descampados al carecer totalmente de acceso al saneamiento.

Aparte del descontrol demográfico, ha faltado en estos países una relación efectiva entre política urbanística y gestión del agua, que en muchos casos ha sido inexistente. Se da además la circunstancia agravante de que son precisamente las zonas que más han sufrido las migraciones masivas las que ahora están más amenazadas por el cambio climático. Son muchas las ciudades de países en vías de desarrollo que no han contado con la capacidad de carga de los recursos naturales como límite al desarrollo urbanístico y en muchos casos la disponibilidad de agua no ha sido un requisito para la aprobación de planes de crecimiento, incluso en zonas amenazadas claramente por la sequía.

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Shanghai, China. ©Juan Pablo Castiblanco Ricaurte

El edificio, un instrumento para gestionar el agua

Es difícil invertir esta situación y lograr el Objetivo de Desarrrollo Sostenible 11 proclamado por las Naciones Unidas, y aunque hay un largo camino por recorrer, se están dando pasos convincentes entre los gobiernos de los países más afectados para lograr un cambio radical en las políticas de planificación urbana y, lo que es más importante, en el modelo socioeconómico de ciudad. En este cambio, la nueva arquitectura social propone soluciones basadas en modelos participativos de los ciudadanos que han transformado el concepto de edificio como un elemento agresivo para el entorno convirtiéndolo en una herramienta de gestión participativa de recursos como el agua.

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Proyecto de Alejandro Haiek. Polideportivo Carbonell en el barrio de favelas de Lomas de Urdaneta en Caracas.

Como explica Haiek en el vídeo, el edificio debe servir para establecer una “reingeniería territorial” y el arquitecto debe actuar sólo como un guía que pone recursos creativos al alcance de los ciudadanos. El agua es un factor fundamental: cómo recogerla y cómo gestionarla de un modo que implique a sus habitantes y vecinos. De este modo, la arquitectura pasa a ser un motor de las distintas cadenas de relaciones y acciones relativas a la apropiación del espacio y se evita la degradación del mismo. La nueva arquitectura se está convirtiendo en una disciplina del agua y el saneamiento, sólo así lograremos ir regenerando las ciudades degradadas.