La Bolivia resiliente, un ejemplo para superar la crisis del agua

La Guerra del Agua de 2000, en Cochabamba, fue uno de los momentos más significativos en la lucha por el derecho al agua en Latinoamérica. Pero Bolivia aún no ha resuelto sus graves problemas hídricos y el país es de los más amenazados por el cambio climático. Su batalla no está perdida: los “comités del agua” son una herramienta de empoderamiento social y una garantía de resiliencia.

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Central Itocta: after the war de Andor (Bolivia), finalista del We Art Water Film Festival 3. Categoría de Micro-documental.

A principios de 2000, miles de habitantes de Cochabamba, ciudad situada en el centro de Bolivia, se echaron a las calles en protesta contra la privatización de los servicios de agua potable y alcantarillado a favor de la multinacional Bechtel. El conflicto culminó el 8 de abril, cuando el gobierno de Hugo Banzer decretó el estado de sitio. Hubo más de un centenar de heridos y murió un muchacho de 17 años. El 10 de abril, los ejecutivos de la Bechtel abandonaron Cochabamba, la ley de privatización fue revocada y el suministro de agua regresó a manos públicas. Había nacido una leyenda: la Guerra del Agua de Cochabamba.

Más allá de la Guerra del Agua y los conflictos sociopolíticos, la lucha de Bolivia en pos del agua es la consecuencia de un problema mucho más amplio. En la actualidad, unos tres millones de los habitantes de sus áreas rurales (el 30 % de su población) no tienen asegurado los recursos hídricos y cinco millones no tiene tampoco acceso a un saneamiento adecuado. Por otra parte, Bolivia es uno de los países más amenazados por el cambio climático. En 2013, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) presentó un informe en el que se alertaba ya de los problemas que sufriría la zona del altiplano andino por el cambio climático, una situación especialmente injusta pues el país es uno de los que menos gases de efecto invernadero emite.

Imagen We Are Water

Laguna Honda es un lago salado situado a 4.114 metros sobre el nivel del mar en el departamento boliviano de Potosí, cerca de la frontera con Chile.
© Diego Delso

El informe señalaba que la temperatura media de Bolivia estaba aumentando y podría llegar a incrementarse hasta 2 ºC en 2030, y de 5 a 6 ºC hasta 2100. Su vulnerabilidad medioambiental se debe principalmente a la existencia de ecosistemas muy variables y una creciente deforestación. El informe recogía también que, en los últimos 25 años, el país andino ha sufrido graves inundaciones en algunas zonas, causadas por el fenómeno de El Niño, combinadas con intensas y largas sequías.

Como una nefasta confirmación de las predicciones de este informe, el pasado 2016 Bolivia sufrió su peor sequía desde la década de 1980, como resultado de la ocurrencia, de un El Niño especialmente intenso. La grave crisis hídrica azotó las ciudades de Oruro, Potosí, Cochabamba, Sucre y, sobre todo, La Paz, donde más de 400.000 habitantes se quedaron sin suministro durante varias semanas. En el campo, algunas zonas del altiplano perdieron hasta el 90 % de las cosechas y el gobierno decretó el estado de emergencia nacional. Un ejemplo visible de la crisis es el desecamiento del lago Poopó ubicado en la zona del altiplano de Oruro, que es una masa de agua históricamente inestable, cuyo volumen va a menos por la disminución de las precipitaciones.

El periodo de sequía terminó abruptamente – también confirmado las previsiones del PNUD – con violentas inundaciones que comenzaron a finales de diciembre y se extendieron durante el pasado enero.

Una sólida conciencia de lucha por un derecho humano fundamental

La resiliencia se define como la capacidad de los seres humanos para adaptarse positivamente a situaciones adversas. Este sufrimiento hídrico ha hecho al pueblo boliviano especialmente resiliente en relación a la falta de agua. En Central Itocta: after the war se muestra un bello ejemplo de resiliencia: la acción ciudadana ante la falta de decisiones políticas efectivas para garantizar el suministro de agua ha llevado a la formación de los “comités de agua”.

Estas asociaciones reúnen el conocimiento sobre la gestión de los recursos hídricos, la climatología y las acciones ante las emergencias, y lo transmiten a la comunidad creando una sólida concienciación y fomentando la cultura del agua. Esto ha permitido abrir un camino para la recuperación del acceso al agua de una forma sostenible y participativa.

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Proyecto: Agua, saneamiento e higiene en escuelas del Chaco-Chuquisaqueño.
©Carlos Garriga/Fundación We Are Water

Las proyectos que la Fundación We Are Water ha desarrollado en Bolivia inciden en estos aspectos y son un buen ejemplo de las acciones que son precisas ante la crisis hídrica y la falta de saneamiento del país: Agua, saneamiento e higiene en escuelas del Chaco-Chuquisaqueño, colaborando con Unicef, y Cultura ancestral para salvar el agua del Lago Titicaca, colaborando con Educo. Bolivia tiene que convertirse en un referente del que el mundo tiene que aprender.

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Proyecto: Cultura ancestral para salvar el agua del Lago Titicaca.
©Educo