Clima extremo, un reto para la ciencia

Verano ártico 2018. ©Karolin Eichler (Servicio meteorológico alemán)

Olas de calor, sequías e inundaciones anómalas y en muchos casos nunca vistas. La primera mitad del verano del hemisferio norte ha confirmado algunas de las previsiones más nefastas de los expertos en el calentamiento global de la atmósfera. Disponer de servicios de previsión lo más eficientes posible es un reto para la ciencia que es fundamental para la adaptación al cambio climático.

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Inundaciones en Houston, Texas, EE. UU.
©Tom Fitzpatrick, FUGRO – World Meteorological Organization

En Siberia, a finales del pasado junio en algunas poblaciones se superaron los 40º C, registrándose en una semana tres récords de temperatura consecutivos. Esto ocurrió cerca de lugares que tienen los registros de temperatura media más baja en lugares habitados en todo el planeta, alrededor de los 50º bajo cero (el récord puntual lo ostenta el pueblo siberiano de Oymyakon con -71,2ºC). En estos lugares la variación térmica entre invierno y verano ha superado los 90ºC, algo sin precedentes en la Tierra desde que se dispone de observatorios.

Hubo incendios enormes cuyo humo llegó a alcanzar Canadá y Estados Unidos, y la situación fue descrita por el Centro Hidrométrico de Rusia como “altamente preocupante y sin precedentes”. Las altas temperaturas han provocado un deshielo acelerado e inusual del mar de Láptev, un sector del océano Glacial Ártico, que se extiende por la costa oriental de Siberia, la península de Taimyr, y las islas de la Tierra del Norte y Nueva Siberia.

Si en Siberia ni los más ancianos habían vivido una situación similar, en el norte de la península escandinava, dentro del círculo polar ártico, las temperaturas de mediados de julio han alcanzado un récord histórico. En Suecia, más de 50 incendios forestales cogieron por sorpresa al Gobierno del país que se vio obligado a pedir ayuda internacional para su extinción.

Las olas de calor de este inusual mes de julio han alcanzado otros lugares mucho más al sur de la zona polar. Las han sufrido Texas y California (EEUU) y ciudades del Cáucaso como Tiflis (Georgia) y Ereván (Armenia). Muchas zonas del norte de África sufrieron una ola de calor a principios de julio; en Ouargla (Argelia), se superaron los 51ºC, la temperatura más alta nunca registrada en el país, según la Organización Meteorológica Mundial (OMM). Mientras que en Grecia, los incendios forestales, propiciados por temperaturas de más de 40ºC, causaron a finales de julio en sólo dos días más de ochenta muertes en la región de Atenas.

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Incendio en alto de Taigetos, Grecia/Europa

Además de los incendios forestales, los daños que estas olas de calor están produciendo en la agricultura son graves. Hay zonas de Rusia, Canadá y EEUU en las que se han perdido las cosechas y en otras muchas, como las del África subsahariana, Sudamérica e India, el calor se ceba en lugares en los que la sequía es endémica, como alerta la FAO.

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Campos en Bilaspur, India
©ILO/Benoit Marquet

Alerta por el deshielo del permafrost

La ola de calor extremo en altas latitudes se ha dado también en Canadá y Alaska, y ha provocado el derretimiento del permafrost, la capa del subsuelo o del fondo marino que permanece permanentemente congelada. Este fenómeno tiene nefastas consecuencias medioambientales ya que altera la flora y la fauna de la tundra, pero lo que más temen los científicos es la liberación de dióxido de carbono (CO2) y metano (CH4) a la atmósfera.

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Mapa obtenido por el European Centre for Medium-Range Weather Forecasts (ECMWF) que muestra la anomalía de temperatura promedio de los días más cálidos en 2018 analizado hasta el 24 de julio de 2018 y con previsiones hasta el 31 de julio. La anomalía se obtiene comparando estos valores con los de la temperatura máxima de 3 días en el período 1981-2010 que es actualmente el período definido como “normal” según datos del ECMWF Re-Analysis Project (ERA)

Durante millones de años, el permafrost ha acumulado grandes reservas de carbono orgánico. Un estudio publicado en la revista Nature Geosience en 2016, estima que entre 1,4 y 1,85 billones de toneladas métricas de carbono orgánico han permanecido atrapadas en el subsuelo y en fondo de los océanos septentrionales.

Una vez se descongela el subsuelo, los gases se liberan a la atmósfera incrementando el efecto invernadero. En concreto, el metano es el que más preocupa a los climatólogos ya que su potencial de retención del calor es 33 veces superior al del dióxido de carbono.

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Retroalimentación climática de un ártico cálido
Los suelos árticos actualmente almacenan casi 20 años de emisiones humanas de carbono en el permafrost, la capa del subsuelo congelada, pero el Ártico se está calentando más rápido que la mayoría del resto de la Tierra, lo que significa que este carbono pronto se descongelará y se liberará como gases de efecto invernadero.
Los científicos del Laboratorio Nacional de Los Álamos trabajan para comprender el destino de este carbono utilizando simulaciones por ordenador, como este modelo de deshielo que se drena desde suelo poligonal cerca de Barrow, Alaska.

Meteorología violenta

A primeros de julio, se abrió el cielo en Japón en las prefecturas de Hiroshima, Okayama y Ehime. Allí se registraron hasta mil litros por metro cuadrado en cuatro días. Las riadas y los desprendimientos causaron más de 200 muertes, 1,6 millones de evacuados y enormes daños materiales.

Tras las inundaciones se desencadenó una inusitada ola de calor en todo el archipiélago y, a finales de julio, el tifón Jongdari golpeó de nuevo las zonas más castigadas por las inundaciones que volvieron a sufrir lluvias torrenciales y vientos de más de 100 km por hora.

Esta primera mitad del verano septentrional está confirmando pues las previsiones del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) anunciadas en su Quinto Informe de Evaluación (AR5) y que anuncian un incremento de los fenómenos extremos, como sequías y olas de calor, y los meteorológicamente violentos, como las lluvias torrenciales y los huracanes y tifones.

Servicios climáticos para la adaptación

Aunque siempre hay que considerar estos fenómenos desde una adecuada perspectiva estadística como episodios que hay que situar en la adecuada escala de tiempo, lo ocurrido este principio de verano encaja en los escenarios previstos por la comunidad científica como consecuencia del calentamiento global. Y lo que es evidente es que tenemos que adaptarnos a la realidad de unos fenómenos que van a ir en aumento.

Como señala Tomás Molina, jefe de meteorología de Televisió de Catalunya (TV3) y revisor del IPCC, “el agua es el único elemento de la naturaleza que se encuentra en los tres estados o fases de la materia: líquido, sólido y gas. El calentamiento de la atmósfera aumenta a cantidad de energía disponible y esto facilita que el agua cambie de fase, lo que quiere decir que lloverá más, habrá más agua disponible, pero el problema es saber ‘cómo’, ‘cuándo’ y ‘dónde’ lloverá”.

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Y esta incertidumbre es la peor consecuencia del cambio climático. La alteración de los patrones climáticos, las anomalías de temperatura y precipitaciones, y los fenómenos meteorológicos violentos son cambios que tienen un alto impacto social y económico. La ciencia del clima tiene el gran reto de seguir avanzando en la mejora de la capacidad de previsión para desvelar estas incertidumbres y poderlas afrontar con eficiencia.

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Frente frío en verano (julio)
Ubicación: Mali Lošinj, Croacia / Europa
© Sandro Puncet. World Meteorological Organization

Como comenta Manuel Pulido, director de la Cátedra de Cambio Climático de la Universitat Politècnica de València, en una entrevista en iAgua: “Es fundamental desarrollar productos y aplicaciones específicas que transformen los datos y las proyecciones climáticas disponibles en información útil para la toma de decisiones en los diversos sectores que deben enfrentarse al reto de la adaptación”. Según Pulido “es necesario cubrir la brecha entre ciencia y práctica, llegar desde la investigación a los mercados para hacer frente al reto de la sociedad ante el cambio climático”.

La Unión Europea considera que estos servicios climáticos son claves en el diseño de estrategias de adaptación, especialmente cuando la incertidumbre de los pronósticos se hace evidente. Para ello ha creado la Plataforma Europea de Adaptación (Climate-Adapt) para promover el acceso e intercambio de información en materia de adaptación sobre los sectores en donde existen políticas comunitarias y sobre las iniciativas de los Estados Miembros en este campo.

Aunque es pronto para sacar conclusiones, la mayoría de los científicos considera que los episodios de la primera mitad del verano del hemisferio norte son muestras de cómo el cambio climático puede llegar a afectarnos. Las ciencias del clima tienen el enorme reto de lograr mitigar el calentamiento global, pero también de diseñar estrategias de adaptación efectivas, pues en la práctica ya lo estamos viviendo.