El Éufrates declina en una guerra inacabable

Estos últimos años, sequías y olas de calor muy severas han desencadenado una crisis hídrica en la cuenca del Éufrates, el principal río de Siria y cuna de la primera civilización de la historia. Su deterioro amenaza la supervivencia de una población exhausta por más de una década de guerra en la que la falta de agua se ha utilizado como arma despiadada.

Vídeo

Tras 11 años de conflicto bélico, la situación en Siria sigue lejos de solucionarse. La guerra continúa causando la mayor crisis de refugiados a nivel mundial, con más de seis millones de personas desplazadas internas y más de cinco millones viviendo en países vecinos como refugiadas, la mayoría en condiciones de extrema pobreza y de falta de agua y saneamiento. En nuestro proyecto en el Valle del Bekaa, puedes ver la presión que este flujo de desplazados ejerce sobre los países vecinos en los que también, como es el caso del Líbano, el estrés hídrico es endémico.

La guerra se ha cobrado centenares de miles de vidas; más de 12 millones pasan hambre cada día y un 80% de la población vive por debajo del umbral de pobreza. Según UNICEF, unos 6,5 millones de niños sirios necesitan asistencia, mientras que casi 5,8 millones dependen de la ayuda en los países vecinos. Es la cifra más alta jamás registrada desde el comienzo del conflicto.

La crisis del acceso al agua, inherente a todas las guerras, no ha hecho más que empeorar y estos últimos años se ha convertido en una emergencia humanitaria que el cambio climático amenaza con acabar de forma devastadora. Las aguas del Éufrates, el principal río de Siria, menguan en caudal y calidad, y son un factor clave.

Imagen We Are Water

Estos últimos años, sequías y olas de calor muy severas han desencadenado una crisis hídrica en la cuenca del Éufrates, el principal río de Siria. © Dr. Colleen Morgan

La geopolítica hídrica más complicada

El Éufrates nace en Turquía, fluye por las montañas de Anatolia, atraviesa el noreste de Siria y posteriormente Irak, donde transcurre paralelo al Tigris, con el que se une para formar el Shatt al-Arab, antes de desembocar en el golfo Pérsico.

En las aguas del Éufrates floreció, entre 3.000 – 2.350 a. e. c., la civilización Sumeria, considerada como la primera del mundo. Ya entonces, el caudal de sus 2.780 km de longitud era muy inestable respecto al tamaño de su cuenca. El río discurre por zonas áridas y semidesérticas donde se dieron las primeras instalaciones de captación de agua, acueductos y sistemas de riego de la historia, algunos de ellos aún vigentes.

Como ha ocurrido en la antigüedad, la peculiar situación geopolítica del río ha sido escenario de conflictos hídricos que se han incrementado durante las últimas décadas, en las que la demanda de agua no ha hecho más que aumentar.

Imagen We Are Water

En Siria, la guerra se ha cobrado centenares de miles de vidas; más de 12 millones pasan hambre cada día y un 80% de la población vive por debajo del umbral de pobreza. © Aleppo_VOA

Actualmente, en Turquía, la construcción masiva de presas hidráulicas deja un caudal medio de 830 m³/seg cuando el río entra en Siria, que varía entre los 300 m³/seg de la época seca y los 5.200 m³/s en sus máximos fluviales que generalmente causan inundaciones. Pero durante los últimos cinco años, el caudal del Éufrates no ha hecho más que disminuir. En el estiaje de 2021 la zona registró la peor sequía desde 1953, y se dio una de las situaciones más temidas: Turquía retuvo aún más el agua en los grandes embalses de su territorio. Este descenso en el caudal, unido a la ola de calor de este pasado verano, ha desencadenado una de las crisis hídricas más graves de Siria, que ha alcanzado, aguas abajo, a Irak.

En el noreste del país, entre el 70 y el 80 % del territorio se ha quedado sin acceso seguro al agua. Este verano, el 40% de las zonas agrícolas no han tenido agua de riego, y muchas presas hidroeléctricas han tenido que parar.

El agua, arma de guerra

Todo ello ha caído sobre un país que ha sufrido las peores consecuencias del uso del agua como arma de guerra. Es un estrategia perversa que se repite en casi todos los enfrentamientos armados. Lo vimos en la guerra de los Balcanes, y lo estamos viendo en Ucrania, el Yemen, en Afganistán, en el Sudán, en el Congo… En las guerras modernas el “frente”, entendido como zona de combate, se suele diluir entre los núcleos de población, llegando siempre a la población civil, y el suministro de agua se convierte en un elemento de control y de desgaste de la población.

Según UNICEF, en los últimos meses, cinco millones de personas en Siria han sufrido las consecuencias de cortes prolongados en el suministro de agua, muchos de ellos perversamente planificados. En algunas ciudades, como Alepo, en algunos barrios no llegó agua en 17 días.

Si se disponen puntos de suministro con camiones cisterna, las colas se convierten también en mortíferas zonas donde el fuego cruzado o francotiradores deliberados siembran el terror entre los que acuden con bidones para proveerse; la mayoría son mujeres y niños.

Las ONG que trabajan en la zona reportan muchos casos de consumo de aguas superficiales, como los charcos provocados por las roturas de cañerías, o la proveniente de la excavación de pozos improvisados en las calles para llegar al agua del subsuelo.

Además de la destrucción intencionada, los bombardeos han causado en las ciudades graves daños en las conducciones y los técnicos municipales muchas veces no pueden acometer las reparaciones necesarias. Una situación que empeora con los cortes eléctricos, también frecuentes, que paralizan bombeo de agua. Algunas zonas sólo cuentan con una hora de electricidad al día y se han registrado cortes de hasta cuatro días.

Por otra parte, los precios del agua, que en lugares como Alepo se han incrementado un 3.000 % este verano, hacen que a la gran mayoría de la población les sea imposible comprarla.

Imagen We Are Water

En las guerras modernas, el suministro de agua se convierte en un elemento de control y de desgaste de la población. © Spoilt.exile/Ukraine

Enfermedades que se suman al hambre

UNICEF señala que, desde principios de este año y hasta el verano, se han registrado 105.886 casos de diarrea aguda entre los niños en Siria. La hepatitis A también está aumentando, con una cifra récord de 1.700 casos detectados en sólo una semana durante el mes de febrero. Han surgido también brotes de leishmaniasis cutánea, una enfermedad que ulcera la piel y de la que se contagian un millón y medio de personas al año, que afecta a las poblaciones más pobres del planeta, y está asociada a la malnutrición, los desplazamientos de población, y al mal estado del agua.

La guerra también afecta a las instalaciones de saneamiento que depuran las aguas residuales que se vierten en el Éufrates. En Deir-Ez-Zour, al este del país, se detectaron en junio 1.144 casos de tifus y el riesgo de brotes de enfermedades es especialmente alto.

Imagen We Are Water

La guerra en Siria continúa causando la mayor crisis de refugiados a nivel mundial. Además, según UNICEF, unos 6,5 millones de niños sirios necesitan asistencia, mientras que casi 5,8 millones dependen de la ayuda en los países vecinos. © UNHCR/ACNUR Américas

¿Qué reacción internacional?

Ante la grave situación humanitaria, la ONU lanzó el pasado mayo un comunicado exhortando al Consejo de Seguridad para que garantice la entrada de ayuda en el país y que no se detenga la financiación de la perforación de pozos como fuentes alternativas de agua, ni el apoyo a la producción local y a la adquisición de suministros de potabilización y depuración del agua del Éufrates y de sus afluentes.

Hay tres objetivos claros:

  1. Detener los cortes de agua y todas las acciones que interrumpan su suministro público, en concordancia con el Derecho Internacional Humanitario (DIH).
  2. Detener todo ataque contra las instalaciones de agua, plantas de tratamiento, cañerías e infraestructura.
  3. Proteger la seguridad del personal que repara las instalaciones de suministro.
  4. Abstenerse de atacar a la población civil en los puntos de recogida.

Es un reto difícil de abordar en un conflicto tan confuso y con tantas implicaciones internacionales. Pero un mundo que pretende “promover sociedades justas, pacíficas e inclusivas” en su ODS 16 no puede titubear en las crisis humanitarias.