Ética contra el mercurio en el agua

Gold miner_Burkina Faso. Photo by Ollivier Girard/CIFOR_blog.cifor.org

La búsqueda de soluciones a la contaminación que provoca el mercurio usado en la minería artesanal del oro, desvela la dificultad de abordar una actividad semiclandestina que se extiende por muchos países pobres, generando una economía a menudo informal. El mercurio es causa de muerte y mantiene como enfermos crónicos silentes a más de un millón de personas en todo el mundo. Desarrollar una ética internacional para el mercado del oro es un paso imprescindible para acabar con los vertidos y proporcionar justicia a los mineros.

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En las montañas andinas de las cuencas amazónicas de Perú, Bolivia y Colombia, miles de familias viven de la extracción artesanal de oro. Algunas son la tercera generación de mineros que han resistido los vaivenes de un mercado que ha evolucionado al alza y se ha multiplicado desde la década de 1980. En muchos países del África Subsahariana y del sur de Asia esta actividad también se ha extendido. Según estima Delve, una plataforma internacional especializada en datos de lo que se denomina minería artesanal o de pequeña escala (MAPE), hay en el mundo entre 15 y 20 millones de personas dedicadas directamente a la minería artesanal del oro y unos 50 millones dependen de ellas para subsistir.

Se trata de una minería, en su mayor parte informal, que se realiza en explotaciones pequeñas o medianas, usando técnicas rudimentarias que precisan muy poca inversión. Suele darse en regiones rurales donde las alternativas económicas son sumamente limitadas y en las que precisamente la persistencia de esta minería ha imposibilitado otras fuentes de subsistencia.

El carácter muchas veces semiclandestino de estas explotaciones hace que sea difícil determinar la producción con exactitud. Metals Focus, una consultora especializada, estima que actualmente la MAPE produce unas 560 toneladas de oro anuales por un valor de unos 27.000 millones de USD. Esto representa alrededor del 16 % del oro existente en el mercado global.

 

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Desarrollar una ética internacional para el mercado del oro es un paso imprescindible para acabar con los vertidos y proporcionar justicia a los mineros. © ILO / Minette Rimando

Una contaminación directa del aire y del agua

El oro se encuentra en la naturaleza mezclado con otros minerales. La minería MAPE suele usar mercurio (Hg) para separar el metal del mineral, utilizando un proceso milenario denominado “amalgamación”. Consiste en mezclar el mineral con mercurio para formar una amalgama, un líquido en el que el mercurio se adhiere al oro y lo envuelve; al calentar la amalgama, el mercurio se evapora y libera el oro.

Es un proceso altamente contaminante. Los vapores de mercurio son muy tóxicos tanto para los que calientan la amalgama como para los que se encuentran a sotavento de las hogueras. La exposición de las personas durante períodos prolongados de tiempo provoca enfermedades crónicas neurológicas, renales, hepáticas y cardiovasculares, y es especialmente dañina para las mujeres gestantes. El mercurio que pasa al suelo y al agua provoca una extensa degradación del medio ambiente y contamina al pescado y el marisco, lo que intoxica a los que lo ingieren.

Se calcula que en la cuenca del Amazonas se vierten alrededor de 55 toneladas de mercurio a los ríos y a la atmósfera cada año. Su efecto es devastador: la excavación de pozos mineros y la alteración de zonas de aluvión de las cuencas fluviales destruye la vegetación del bosque amazónico. Y la contaminación del mercurio en la tierra y el agua transforma poco a poco el paisaje en un desierto de barro en el que es muy difícil la reaparición de la vegetación a medio plazo. En Perú, el quinto productor de oro del mundo, en 2018, se destruyeron 9.000 hectáreas de selva amazónica.

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El mercurio que pasa al suelo y al agua provoca una extensa degradación del medio ambiente y contamina al pescado y el marisco, lo que intoxica a los que lo ingieren. © Knut-Erik Helle

Metilmercurio en la cadena trófica

Un reciente estudio, publicado en Science Advances y realizado a lo largo de la cuenca del río peruano Madre de Dios, ha señalado que, al llenarse los pozos de extracción de agua de lluvia, el mercurio queda en el fondo en zonas de poco oxígeno, siendo transformado por la actividad microbiana en metilmercurio, una forma altamente tóxica de este metal.

El estudio alerta de que la presencia de metilmercurio es de cinco a siete veces superior en estos estanques artificiales que en los ríos y advierte que al ser absorbido por los organismos acuáticos se biomagnifica a través de la cadena alimentaria (los peces y crustáceos más grandes que se alimentan de los más pequeños lo van acumulando). De este modo se extiende la contaminación por todo el ecosistema y se introduce en la cadena alimentaria de las comunidades de pescadores.

La OMS estima que entre 1,5 y 2 millones de personas en todo el mundo están en riesgo de sufrir efectos adversos para la salud por la exposición al mercurio. Sin embargo, no hay una cifra precisa de enfermos y muertes, ya que los efectos en la salud no siempre se manifiestan inmediatamente y pueden variar según la dosis y la duración de la exposición.

 

El contexto socioeconómico no ayuda

La extensión de estos estanques en la Amazonía se disparó en 2008, cuando el precio del oro aumentó con la crisis financiera, poniendo al descubierto las ramificaciones sociales y políticas de la MAPA ilegal. En la actualidad es más que sabido que muchos narcotraficantes sudamericanos y señores de la guerra africanos utilizan el oro artesanal para blanquear su dinero o comprar armas. Esto hace que muchos mineros sean prácticamente cautivos de esta violencia, sufran abusos laborales, y que muchas mujeres de sus familias sean obligadas a prostituirse.

Según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), en Colombia, siete de cada diez kilogramos del oro que se produce en el país es ilegal y en la tercera parte de los lugares en donde se obtiene también se cultiva coca. El Gobierno de EEUU denunció recientemente que las zonas donde más oro se produce son las mismas que controlan el Clan del Golfo y el Ejército de Liberación Nacional (ELN), organizaciones con vínculos comerciales con el Cártel de Sinaloa en México.

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Se calcula que en la cuenca del Amazonas se vierten alrededor de 55 toneladas de mercurio a los ríos y a la atmósfera cada año. Su efecto es devastador: la excavación de pozos mineros y la alteración de zonas de aluvión de las cuencas fluviales destruye la vegetación del bosque amazónico. © Planet_Labs

Formar y proteger a los mineros

El problema es complejo y requiere de una actuación coordinada internacionalmente. De forma similar a lo que ocurrió con los “diamantes de sangre” (los provenientes de extracciones ilegales africanas que fueron eliminados del mercado por el Proceso de Kimberley, en 2003), los países compradores de oro deben extremar sus requisitos para garantizar su procedencia legal.

Sacar la actividad de la clandestinidad y la informalidad es el camino para regularla y poder reducir los daños en la salud y el medioambiente es un paso fundamental; de otra manera es prácticamente imposible implementar iniciativas de formación técnica y sanitaria para los mineros.

Otra forma de controlar la minería ilegal es regular el mercado informal del mercurio. A este respecto, la comunidad internacional adoptó el Convenio de Minamata sobre el Mercurio en 2013, un tratado que tiene como objetivo proteger la salud humana y el medio ambiente al reducir la exposición global a este metal pesado. El tratado establece los requisitos para su producción, exportación, e importación, y alienta a los países a tomar medidas para reducir su uso y acabar con los vertidos.

Otros esfuerzos internacionales incluyen la Iniciativa Global sobre el Mercurio del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) que ha desarrollado el Programa mundial de modalidades de asociación sobre el mercurio para facilitar a la MAPA la relación con expertos y fortalecer la capacitación de los mineros para utilizar técnicas seguras. La exposición a la contaminación, muchas veces desconocida por los mineros, puede reducirse con métodos sencillos y eficaces en función de los costos; por ejemplo, mediante el uso de retortas, unas vasijas cónicas que reducen la cantidad de mercurio y permiten evitar su vertido al medio ambiente. Últimamente, está en fase experimental la fitominería, una técnica de extracción que utiliza plantas como alternativa para la separación del oro.

La comunidad internacional debe sustraer del abandono a los mineros artesanales del oro, legalizar sus prácticas, proporcionarles formación y recursos, y protegerlos de la extorsión. Una buena noticia es que los consumidores de los países desarrollados exigen cada vez más productos de origen ético, por lo que muchos grandes bancos, joyeros y refinerías de oro desconfían del oro artesanal y abogan por fomentar la trazabilidad y transparencia en la cadena de suministro. Es un primer paso imprescindible.

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Hay en el mundo entre 15 y 20 millones de personas dedicadas directamente a la minería artesanal del oro y unos 50 millones dependen de ellas para subsistir. © Julien Harneis