Inodoros por la libertad, salud y dignidad de las mujeres

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Uno de los grandes retos que tiene India es proporcionar a las mujeres el acceso a letrinas y baños dignos y seguros. Acabar con la defecación al aire libre es imprescindible para avanzar en la igualdad de género. Millones de mujeres en India no conocen el agua limpia, los váteres o la higiene personal. Además de una notable inversión en instalaciones, conseguir este objetivo obliga a avances socioculturales y educativos notables.

De los 600 millones de indios que defecan al aire libre, las mujeres se llevan la peor parte. La falta de empoderamiento que tiene la mujer en India, sobre todo si pertenece a las castas más bajas, acentúa los problemas que éstas sufren por falta de acceso al agua, inodoros y educación higiénica.

Ya sea en los suburbios urbanos o en las zonas rurales, las mujeres indias que no disponen de inodoro se ven obligadas por lo general a posponer sus necesidades fisiológicas a la noche. Es en las horas nocturnas cuando pueden preservar su intimidad, pero el riesgo que corren es alto: se ven expuestas al ataque de alimañas, a robos y a asaltos sexuales, y por más que acudan a la maleza en grupos, sufren un alta tasa de criminalidad. Un dato es muy significativo: en el estado de Delhi, el 70 por ciento de los ataques sexuales se producen cuando las mujeres acuden a la calle o el campo para utilizarlos como baño. En las zonas más pobres, como en las aldeas del distrito de Anantapur, donde la Fundación We Are Water colabora en proyectos de saneamiento con la Fundación Vicente Ferrer, es habitual que las mujeres tengan que recorrer hasta un kilómetro a oscuras, a horas de madrugada, para alcanzar los descampados.

Además del cansancio acumulado por la pérdida de horas de sueño, esta práctica conlleva en sí misma consecuencias negativas para su salud. Krishan Kumar Arggarwal, vicepresidente de la Asociación Médica de India, alerta sobre los riesgos que asumen las mujeres al retener las necesidades fisiológicas: “Todos los médicos coincidimos en que es muy importante hacer nuestras necesidades en el momento adecuado y no retener las heces o la orina, porque esta práctica causa multitud de enfermedades”.

Si no se expulsan las heces cuando el cuerpo lo solicita, el intestino delgado tiende a colapsarse, por lo que se asimilan mucho menos los nutrientes. Esta situación empeora la ya de por sí deficiente nutrición de los más pobres de India que sufren elevadas tasas de anemia e inmunodepresión. Según el informe sobre salud pública del Gobierno indio de 2013, en el estado de Andhra Pradesh al que pertenece Anantapur, el 33,5% de las mujeres está por debajo del peso ideal recomendado por la OMS, y el 63% de las solteras entre 15 y 49 años, y el 56,4% de las embarazadas sufre anemia. Son cifras muy superiores a las de los hombres del mismo nivel económico, que rondan el 20%.

Otro de los peligros de aguantar las ganas de defecar es la acumulación de bolsas de gases en el intestino generados por el enlentecimiento del tránsito de los alimentos. Estos gases pueden dañar al flora intestinal haciendo al aparato digestivo más vulnerable a las infecciones bacterianas o las toxinas de los alimentos, lo que debido al mal estado del agua que generalmente beben hace que muchas enfermedades endémicas, como las diarreicas, se cronifiquen en sus debilitados organismos. En 2013 se registraron en Andhra Pradesh más de 1,7 millones de casos de enfermedades diarreicas, más de la mitad en mujeres.

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Educación higiénica, el antídoto de los tabúes culturales

La falta de acceso al agua hace que generalmente, al salir a defecar, las mujeres acarreen consigo un jarro para limpiarse, por lo que no se lavan las manos con las mínimas condiciones higiénicas, y así al cocinar transmiten a los alimentos muchos microorganismos infecciosos. Muchas veces el agua que transportan está contaminada por flúor y causa fluorosis en los que la beben, otro de los males endémicos de la zona. Según Sirapa, director del área de Salud de la Fundación Vicente Ferrer, “hasta un 60% de las dolencias que sufren los habitantes de Anantapur podrían evitarse si tuvieran acceso a agua segura”.

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La inercia cultural es aquí un factor que dificulta el aprovechamiento de las instalaciones de aseo. “Llevamos 30 años promocionando el uso de aseos pero hasta hace poco no tuvimos éxito, no se entendía su importancia para prevenir enfermedades y la gente no quería letrinas en sus casas porque les parecía sucio”, explica Sirapa. Como en todos los proyectos de construcción de letrinas y de instalaciones de acceso al agua y saneamiento que desarrolla la Fundación We Are Water con la Fundación Vicente Ferrer, la educación en el uso es imprescindible para lograr su sostenibilidad. Pero es imprescindible también la educación en la higiene personal y el adecuado uso del agua para evitar la transmisión de enfermedades.

El tabú de la menstruación

Un problema en el que convergen los tabúes culturales con la falta de instalaciones es el de la higiene íntima de las mujeres especialmente durante su menstruación. A día de hoy, la exclusión a la que se ven sometidas muchas mujeres cuando tienen el período está muy arraigada en muchas culturas del mundo en las que sigue siendo un tabú altamente condicionado por las prácticas culturales y religiosas. Esta es la razón por lo que las mujeres no hablan del tema y no son informadas a nivel fisiológico.

En India, a muchas mujeres no se les permite cocinar ni tocar a ciertos animales cuando menstrúan, ya que existe la creencia de que pueden contagiar enfermedades. La situación puede llegar a ser traumática para muchas niñas cuando tienen el periodo por primera vez, ya que nadie les ha explicado lo que les ocurre. El problema se agrava cuando tan sólo la mitad de las escuelas de India tienen baños separados para niños y niñas, por lo que a la vergüenza de la menstruación se suma la falta de privacidad para asearse. Ésta es una de las causas por las que 113 millones de chicas adolescentes dejan la escuela en la pubertad; otra es que en amplios sectores de la sociedad india la menstruación implica el paso a la edad adulta, por lo que con 13 ó 14 años las niñas que ya tienen el período pueden casarse dejando así sus estudios. Como de costumbre esto se da mayoritariamente en las zonas más pobres y en las castas más bajas, en las que la pubertad coincide con las necesidades de cuidar a la familia, ir a buscar agua y encargarse de las labores domésticas.

Sólo un 12% de las mujeres utiliza compresas dado su elevado precio y su uso es prácticamente inexistente entre las castas inferiores. Entre las que las usan, sólo las menores de 30 años disponen de modelos modernos; las mujeres mayores usan siempre la misma tela de algodón que ellas mismas lavan no siempre adecuadamente o lo hacen con agua contaminada, por lo que esta pieza se convierte en otro elemento de transmisión de enfermedades.

Los mismos tabúes y la falta de educación hace que la mayoría de mujeres de las zonas rurales no se laven la vagina correctamente o lo hagan con hojas o papeles, o usen agua contaminada. Enfermedades, como las infecciones vaginales, y las de transmisión sexual tienen una alta incidencia en la India rural.

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Un reto que hay que asumir

El gobierno de India está plenamente dispuesto a acabar con la lacra de la defecación al aire libre en 2019. Es el objetivo del programa Swachh Bharat Abhiyan, que implica la inversión de 10.000 millones de dólares para la gigantesca tarea de instalar 120 millones de aseos. El ejemplo de India es esperanzador en el contexto mundial de lograr realizar el Objetivo de Desarrollo Sostenible nº 6 y hacer que el saneamiento llegue a todos los habitantes del planeta en 2030. La consecución de este objetivo nº6 hará posible alcanzar el nº 5, el de la igualdad de género. Con simples letrinas con privacidad, habremos dado un paso muy importante.