Este microdocumental es el segundo después del que realizamos en la cuenca del Río Ceniza en Guatemala sobre nuestra intervención tras la erupción Volcán de Fuego. Los tienes en nuestro canal de YouTube.
“Ahora que tenemos agua limpia estamos más sanos que nunca. Es un gran cambio en nuestras vidas.” Sarasua, una de las protagonistas del microdocumental, solía consumir agua de fuentes abiertas que compartían con los animales. En su comunidad de Ambatosola, en la región malgache de Androy, ella y el resto de mujeres caminaban varios kilómetros hasta la falda de las montañas para llevar agua a sus casas. Además del tiempo perdido, esa agua era una fuente de enfermedades intestinales que empobrecían a sus familias y lastraban la educación de sus hijos.
Desde hace dos años, Sarasua y el resto de mujeres de su comunidad disponen de uno de los diez pozos que construimos con UNICEF en Ambatosola y Mahasoa. “Nos dolía la barriga” – explica en el microdocumental -. “Ahora el agua nos mantiene limpios”. El resto de la comunidad también se ha beneficiado: los agricultores estaban agotados de tener que acarrear agua para regar los cultivos cada día en la época seca.
Sarasua, una de las protagonistas del microdocumental y el resto de mujeres, en su comunidad de Ambatosola, en la región malgache de Androy, caminaban varios kilómetros hasta la falda de las montañas para llevar agua a sus casas.
Una isla casi olvidada
El microdocumental desvela un problema especialmente hiriente para Madagascar. La mayor isla de África y cuarta del mundo, con una población de 31 millones de personas, arrastra graves deficiencias en el acceso al agua y al saneamiento.
Según los últimos datos del JMP,—el programa conjunto de monitoreo de la OMS y UNICEF—, Sarasua y los más de 3.000 beneficiarios del proyecto consumían aguas técnicamente calificadas como “no mejoradas”, es decir, procedentes de fuentes sin ninguna garantía de salubridad. En el conjunto del país, casi 10 millones de personas se encuentran en esta misma situación. Peor aún, alrededor de tres millones solo pueden recurrir a aguas superficiales —ríos, embalses, estanques, acequias o charcas—, con el consiguiente riesgo sanitario.
A ello se suma otro dato revelador: más de un millón y medio de malgaches disponen de agua potable, pero tienen que desplazarse más de 30 minutos hasta la fuente más cercana. En total, casi la mitad de la población (unos 14,6 millones de personas) sigue lejos de ejercer el Derecho Humano al Agua, tal como lo define Naciones Unidas. Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) alerta, especialmente tras la pandemia de la covid-19, del “bajo desarrollo humano” en el que se ha estancado el país.
En 2023, Madagascar registró un valor del Índice de Desarrollo Humano (IDH) de 0,487, lo que lo situaba en el puesto 177 de 193 países evaluados e indexados por el PNUD.
En el microdocumental, Carlos Garriga destaca la sustancial mejora en la escolarización proporcionada por el acceso al agua, un factor crucial para que el país pueda liberarse de la lacra de la extrema pobreza. Desde el año 2000, el progreso ha sido constante pero lento: la escolaridad esperada —es decir, los años de educación formal que un niño que entra en la escuela puede esperar completar a lo largo de su vida— ha pasado de 7,6 en 2000 a 9,9 en 2024.
En el microdocumental, Carlos Garriga destaca la sustancial mejora en la escolarización proporcionada por el acceso al agua, un factor crucial para que el país pueda liberarse de la lacra de la extrema pobreza.
Saneamiento: acabar con la defecación al aire libre
Nuestra intervención en Madagascar también incluyó un proyecto piloto consistente en la construcción de letrinas seguras en Bekily, una de las zonas donde la defecación al aire libre era una práctica habitual debido a la precariedad y al mal estado de las instalaciones existentes.
Siguiendo nuestro Manual de construcción de letrinas y pozos, una guía práctica concebida para estar al alcance de millones de usuarios sin necesidad de formación previa en materia de saneamiento, más de 200 personas han podido abandonar la indigna práctica de defecar entre arbustos. “Nuestra vida diaria es mejor: ahora tenemos letrinas adecuadas y podemos hacer nuestras necesidades de forma limpia, segura y cerca de casa —explica uno de los responsables de la comunidad—. El futuro de nuestros hijos se ve mejor que antes. Ahora podemos criarlos en mejores condiciones.”
El éxito de este proyecto piloto constituye un referente a seguir en Madagascar, donde en 2024 todavía más de 8,6 millones de personas practicaban la defecación al aire libre y unos 11 millones carecían de instalaciones higiénicamente seguras; es decir, letrinas de fosa simple sin losa o plataforma, letrinas colgantes o de cubo, sin ninguna garantía de evitar el contacto con las heces ni instalaciones para el lavado de manos.
Carlos Garriga subraya que en Madagascar hemos seguido aplicando un concepto fundamental para garantizar el acceso al saneamiento en cualquier comunidad: “La integración de la instalación con el entorno y la aceptación del tipo de letrina por toda la comunidad”. Este principio lo venimos aplicando y perfeccionando durante los últimos 15 años en los 65 proyectos de saneamiento que han beneficiado a más de 2,6 millones de personas en las zonas más necesitadas de África, Asia y América.
Nuestra intervención en Madagascar también incluyó un proyecto piloto consistente en la construcción de letrinas seguras en Bekily.
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