Sin agua no hay democracia

Proyecto: Infraestructura de riego y formación agroecológica en Ecuador

©Carlos Garriga/ Fundación We Are Water

¿Va a permitir el actual modelo de crecimiento un acceso justo al agua y al saneamiento en América Latina? El sociólogo José Esteban Castro expuso las conclusiones de sus más de varias décadas trabajando en los problemas del agua en amplias zonas necesitadas del mundo en la última conferencia del ciclo “Agua y metrópolis” organizado por la Fundación We Are Water y Casa Amèrica Catalunya.

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“La elevada desigualdad es una característica histórica y estructural de las sociedades de América Latina, es el elemento clave que explica la crisis del agua en la zona y constituye un obstáculo para el desarrollo sostenible. Hoy me interesa estudiar como el agua y la injusticia son un problema para la democratización y la consecución de los ODS”.

El Dr. José Esteban Castro abrió con este enfoque básico de su trabajo la tercera conferencia del ciclo “Agua y metrópolis” el pasado 29 de noviembre en el Roca Barcelona Gallery. El sociólogo y politólogo argentino residente en Inglaterra tiene un amplísimo currículo académico que abarca la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA), la Latin American Faculty of Social Sciences (FLACSO) en México, la Universidad de Oxford, la London School of Economics and Political Science y el University College London. En la actualidad es catedrático emérito en Sociología en la Universidad de Newcastle y coordinador de la red de investigación, docencia y acción WATERLAT-GOBACIT dedicada al tema de la política y la gestión del agua.

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La solución es política

Para Castro, uno de los grandes expertos mundiales en los temas que relacionan los recursos hídricos y la política, el acceso al agua y la desigualdad configuran un binomio de imposible coexistencia. En su trabajo actual denuncia la desigualdad social y ambiental como uno de los factores a solucionar desde la gobernanza: La crisis del agua no puede reducirse a la dimensión tecnológica, el problema y su solución son de naturaleza fundamentalmente política. No es la falta de agua, es la crisis política la que no permite que todos tengan agua y un sistema de saneamiento”.

Según el sociólogo argentino, “en América Latina hay una gran desintegración y es motivo de celebración que existan movimientos integradores y democratizadores, pues favorecen el enfoque del problema del agua y la pobreza; sin embargo, no hay un debate sobre la insostenibilidad del actual modelo de desarrollo dominante”. 

Señala Castro que los datos oficiales sobre la consecución de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) deben ser leídos con precaución: “Los informes reconocen que el hecho de que más personas ahora tengan acceso a fuentes de agua mejoradas no significa necesariamente que reciben agua adecuada para consumo humano y con frecuencia estos avances condujeron al crecimiento de la injusticia y la desigualdad en las regiones más afectadas y a un debilitamiento de la democracia”.

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Campos de soja en Santa Rosa, RS. Rio Grande do Sul. Brasil ©Leandro Kibisz

El modelo extractivista, un lastre para el crecimiento sostenible

Castro expuso que América Latina, conel 70% de las exportaciones constituidas por materias primas, es un continente en el que impera el extractivismo, lo que generaun gran impacto ambiental y muchos conflictos socioeconómicos. El experto argentino señaló varios ejemplos de explotación, destacando el de la minería y el cultivo de soja, dos actividades paradójicas en el desarrollo económico de los países latinoamericanos ya que mejoraron la pobreza pero a costa de crear graves problemas hídricos:”La minería es uno de los grandes problemas de contaminación del agua en Latinoamérica, ya que no hay una legislación efectiva que la contenga. También la soja aboca al monocultivo y contamina los acuíferos con pesticidas.

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En áreas donde la perforación de esquisto / fracturación hidráulica es pesada, una densa red de carreteras, tuberías y rellenos de pozos convierten a bosques y pastizales continuos en islas fragmentadas. © Simon Fraser University – University Communications

Castro se lamentó también de la ausencia de leyes que frenen el fracking, una práctica altamente contaminante de las aguas freáticas, que se está extendiendo en muchos países latinoamericanos. También explicó otras prácticas generadoras de desequilibrio medioambiental e injusticia social que son poco conocidas, como la destrucción de los manglares por las empresas camaroneras, que está abocando a la pobreza y al desequilibrio medioambiental a comunidades enteras cuando las explotaciones se agotan y se abandonan.

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Túnel de manglares. Isla Grande. Río de Janeiro. Brasil. ©Eu Ray- Eugenia Recio

Recuperar la ética del bien público para lograr los ODS

El sociólogo denunció una falta de acuerdo entre los principales valores e intereses materiales a partir de los cuales debe estructurarse la gobernanza del agua y realizó una crítica bien documentada de la insostenibilidad del actual modelo de crecimiento en América Latina que mercantiliza el agua. 

Para Castro la plena consideración del agua como un bien público es fundamental para el desarrollo y la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que son para dentro de 13 años. Señaló que hay factores que se oponen a su consecución, como el debilitamiento del sector público y la formación de los expertos que está orientada al modelo mercantilista: “Estas fuerzas coexisten con el retorno agresivo de las políticas neoliberales a pesar de la evidencia de sus fracasos, como ha señalado el Banco MundialMuchos países poderosos, secundados por la UNESCO consideran que el agua no es un buen público. Mientras que en Europa y EEUU se entendió ya en el siglo XIX que los sistemas urbanos de agua tenían que ser públicos, en América Latina aún no se ponen de acuerdo en si deben ser un bien público o económico. La gestión tecnocrática no tiene que ser excluyente y se tiene que discutir con todos los ciudadanos. El agua la tienen que tener todos, puedan o no pagarla. Hoy estamos muy lejos de este principio”.

Castro abogó por la reconstrucción de estos principios para afrontar la consecución del acceso al agua y al saneamiento: “Tenemos que fundamentarnos en el principio de igualdad, frenar la mercantilización del agua y no promover asociaciones público-privadas. Si no recuperamos esa ética del bien público no vamos a solucionar la crisis del agua.”