Tierra del Fuego: el agua que guarda los secretos de la vida

Tierra del Fuego. © Petr Meissner

Las montañas del extremo sur del continente sudamericano permiten un viaje atrás en el tiempo: sus ríos y arroyos corren hasta el océano como lo hacían en la era preindustrial, cargados de agua pura. La ciencia tiene en Tierra del Fuego un privilegiado laboratorio a escala real para estudiar un ecosistema único, en el que el agua es el factor clave que guarda los ancestrales secretos de la vida en la Tierra.

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Cuando, en marzo de 2015, Bruno y Willy García doblaron el cabo de Hornos a bordo del We Are Water, consiguieron un hito en su carrera deportiva como navegantes a vela. El mítico cabo, uno de las zonas más difíciles para la navegación, es la punta sur del archipiélago de Tierra del Fuego, un conglomerado de miles de islas e islotes barrido por los “cincuenta aulladores”, los vientos del oeste que soplan por debajo de los 50º S.

Bruno y Willy, llevaban el mensaje de la Fundación alrededor del mundo en la Barcelona World Race, la regata con dos tripulantes por barco, en la que compitieron y colaboraron en sus diversos proyectos científicos. Ambos hermanos eran conscientes de que tenían al norte de la silueta gris, amenazadora y misteriosa de Hornos, una de las reservas de la biosfera más fascinantes de nuestro planeta.

Los denominados “cuarenta rugientes” y “cincuenta aulladores” son los vientos del oeste que generan el anillo de borrascas que rodea la Antártida. Allí, en el hemisferio Sur, sin masas de tierra que los frenen, estas fuertes corrientes de aire se aceleran generando olas enormes en su recorrido por los océanos del sur. Al llegar a la cordillera andina el viento se estrella en las altas montañas que, a veces, lo desvían y aceleran formando con la Antártida un embudo hacia el paso de Drake. Allí está el cabo de Hornos, la puerta que marca la salida del Pacífico y la entrada del Atlántico, donde se generan las condiciones de viento y oleaje más temidas por los navegantes.

 Una reserva única de la biosfera

La humedad de estos vientos está formada por el agua más limpia que existe en la Tierra. Proviene de los océanos del sur y de la Antártida, y no ha hollado tierra contaminada. El anillo de borrascas que rodea la Antártida forma una barrera natural que salvaguarda de la lluvia ácida y del aire contaminado de las zonas industriales del norte a la parte del planeta que está aproximadamente por debajo del paralelo 40ºS.

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La Antártida y la cadena de borrascas que la suelen rodear. Las líneas marcan los vientos. Al llegar a los Andes descargan su humedad en forma de lluvia y nieve. La atmósfera de Tierra del Fuego queda prácticamente aislada del resto del planeta. © earth.nullschool.net/ EarthWindMap

Allí se encuentran los parques naturales más australes del planeta: el Parque Nacional Cabo de Hornos, formado por los archipiélagos de las islas Wollaston y de las islas Hermite, y el Parque Nacional Alberto de Agostini, situado al noroeste del archipiélago, que fueron nombrados Reserva de la Biosfera por la UNESCO en 2005. Ambos parques, conjuntamente con el  Parque Etnobotánico Omora, al norte de cabo de Hornos, están gestionados por el Gobierno de Chile, e instituciones como la Universidad de Magallanes, que tienen como objetivo que el medio ambiente de la Tierra del Fuego chilena sea uno de los más protegidos de la Tierra y una fuente de conocimiento científico y educativo. Configuran un vasto paraje donde la ciencia estudia una de las más fascinantes y hasta ahora desconocidas facetas de la ecología que guarda el secreto de millones de años de evolución.

Puerto Williams, la ciudad con el agua más pura

La zona no sólo es un referente para la ciencia sino también respecto al suministro urbano. Los 2.200 habitantes de Puerto Williams, la ciudad más austral de la Tierra, beben el agua más pura que llega a una urbe en todo el mundo. El agua del río Róbalo, que atraviesa el Parque Etnobotánico Omora, abastece a la ciudad sin apenas tratamiento.

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Puerto Williams. © Víctor Alejandro Correa

El Róbalo nace en los espectaculares Dientes de Navarino, y recorre unos 12 km descendiendo un desnivel de 600 metros antes de desembocar en la ribera sur del canal Beagle. El río atraviesa recorre seis ecosistemas considerados entre los 24 más prístinos del planeta. Así lo certificó en febrero de 2016 un equipo de científicos de la Universidad de North Texas (UNT), en colaboración con la Universidad de Magallanes (UMAG) y el Instituto de Ecología y Biodiversidad de la Universidad de Chile. Además del Róbalo, los científicos analizaron con espectrómetros de masas el agua de otros ríos adyacentes como el Ukika y el Bronces, y de la Laguna Los Guanacos: en ninguno de ellos se detectaron partículas contaminantes.

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Dientes de Navarino al sur de Puerto Williams. © Fanny & Greg Trek

Río y mar, un solo sistema

El Róbalo es uno de los objetos de estudio de los científicos quienes lo consideran un perfecto ejemplo de cómo el agua limpia es la base del mantenimiento de la vida. A lo largo del río los ecólogos estudian como se desarrollan las interacciones biológicas sin la intromisión de los elementos contaminantes generados por la actividad industrial humana. Es un viaje en el tiempo que muestra las bases en la que se desarrolló la vida en la Tierra decenas de miles de años atrás.

El río transporta nutrientes que provienen de los bosques y los vierte en el mar; en su desembocadura, aves, peces e insectos los transforman y distribuyen en armonía ecológica. Es un bello ejemplo de interacción e interdependencia: río y mar se vuelven un solo sistema, una reproducción a escala reducida de la única agua que cubre el mundo. Los programas educativos que impulsa la Universidad de Magallanes tienen como principal objetivo transmitir esta idea, un factor clave para afrontar la actual crisis climática y medioambiental.

Para ello, la Universidad hace especial hincapié en la recuperación de la cultura ancestral de los yaganes, el pueblo indígena de la zona, entre los habitantes de la zona. Los yaganes, o yámanas, eran nómadas, se desplazaban en canoas, y configuraban su vida cazando, pescando y recolectando alrededor de las desembocaduras de estos ríos de aguas puras.

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Canal de Beagle. ©Rodrigo Soldon

La lucha contra la contaminación en el canal de Beagle

Pero mientras el agua dulce bate récords de pureza, la del mar sí que sufre los efectos de la era industrial. El sector este del canal de Beagle marca la frontera entre Argentina (en su ribera norte) y Chile (en la sur). Además de Puerto Williams, el canal de Beagle baña la ciudad argentina de Ushuaia, con más de 70.000 habitantes, que es el principal centro económico de Tierra del Fuego, con mucha actividad portuaria e industrias relacionadas con los recursos naturales de la zona, como aserraderos, acuicultura, fábricas de conservas de pescado y turismo.

Diversos estudios hallaron niveles elevados de materia orgánica proveniente de los efluentes cloacales y otros contaminantes como cadmio y microplásticos en las aguas del canal. Tanto las autoridades argentinas como las chilenas están implementando planes y realizando inversiones para limpiar el agua del mar. Los ecologistas de ambos países alertan también de la proliferación de las salmoneras, plantas de acuicultura dedicadas a la cría de salmones en jaulas marinas, que contaminan el fondo marino con antibióticos y causan estragos en la fauna endémica debido al escape de peces.

Tanto en Ushuaia como en Puerto Williams se han realizado los últimos años infraestructuras de saneamiento que están mejorando ostensiblemente el problema de las aguas negras. En la ciudad argentina, la construcción de plantas de tratamiento de aguas residuales ha hecho descender drásticamente la contaminación fecal. En Puerto Williams, los consejos regionales de la zona aprobaron hace cinco años un proyecto con una inversión de 4.250 millones de dólares (casi el 10% del presupuesto regional) para dotar a la zona urbana de un sistema de evacuación y tratamiento de aguas y mejoras del alcantarillado.

Ecoturismo, una herramienta económica y educativa

Es ya muy difícil que las aguas del canal de Beagle recuperen un nivel de limpieza equivalente al de las aguas de los ríos que lo alimentan. Pero sí es posible detener los procesos contaminantes mediante inversiones en infraestructuras y desarrollando además fuentes de riqueza alternativas. El ecoturismo es una de ellas.

En Argentina, la Administración de Parques Nacionales (APN) fomenta actividades ecoturísticas en el Parque Nacional Tierra del Fuego. En 2014, el Gobierno chileno acordó por unanimidad la financiación del Centro Subantártico Cabo de Hornos, en el archipiélago de Tierra del Fuego. Conjuntamente con la UMAG, la UNT y el Instituto Milenio de Ecología y Biodiversidad de Chile, con el objetivo es que la zona se convierta en un núcleo y modelo mundial del turismo sostenible y desarrollar la ciencia socioecológica.

El proyecto chileno ha desarrollado el concepto de “turismo con lupa” que tiene la finalidad de mostrar a los visitantes el fascinante mundo invisible que existe en la zona: la vida oculta que proporciona el agua. Este mundo abarca desde los diminutos invertebrados de agua dulce, imprescindibles para la preservación del medio, hasta los “bosques invisibles” que subyacen ocultos a la vista y que muestran como los modelos ecológicos se reproducen a pequeña escala.

La preservación de Tierra del Fuego es una responsabilidad que nos afecta a todos. El estudio de los ecosistemas debe llevar a la creación de capital humano especializado en ecología y turismo sostenible, y potenciar modelos de desarrollo económico no intrusivos y educativos que nos permitan avanzar hacia un planeta sostenible.

Imagen We Are Water

Tierra del Fuego alberga el agua más prístina del planeta © Kafeole