Independencia climática. El poder de las pequeñas cuencas

La simple recuperación de cuerpos de agua abandonados puede transformar la vida de los pequeños agricultores. En India, los datos confirman el éxito del modelo integral de apoyo a la agricultura que venimos desarrollando desde hace más de 14 años. Es la base sobre la que se construye la transformación del país más poblado del mundo, cuya economía y tejido social dependen, en gran medida, del agua para el campo.

Antes cultivábamos dependiendo de las lluvias: si llovía bien, teníamos buenas cosechas; si no, los cultivos se secaban. Ahora podemos cultivar dos veces al año. Podemos seguir viviendo en nuestra propia aldea. Ya no tenemos que migrar.”

Estas palabras de un agricultor de S. Gundala, una aldea del distrito de Nandyal, en el estado indio de Andhra Pradesh, sintetizan una situación endémica para millones de pequeños agricultores y también condensan la esperanza que surge al comprobar que existen soluciones viables que, poco a poco, pueden transformar los contextos más desfavorecidos.

En S. Gundala, los campesinos regaban unos 110 acres mediante pozos perforados, mientras que otros 520 acres dependían exclusivamente de las lluvias. Si los monzones se retrasaban o no traían suficiente agua, las pérdidas eran devastadoras. Esta dependencia extrema del clima, agravada por un descenso progresivo del nivel freático —especialmente grave entre 2000 y 2016—, provocó la degradación del suelo, la pérdida de cultivos y, en muchos casos, la migración estacional de familias enteras en busca de medios de vida.

A finales de 2023, en colaboración con la Fundación Vicente Ferrer, completamos allí un proyecto de recuperación de los recursos hídricos subterráneos, esenciales tanto para la agricultura como para el abastecimiento doméstico. Fue el decimoséptimo proyecto de acceso al agua para la agricultura en India – con el que ya hemos beneficiado a más de beneficiando a más de 142.000 personas – y contempló un planteamiento integral desarrollado a lo largo de más de 14 años atendiendo de cerca los problemas de millones de campesinos con tierras empobrecidas por el monocultivo y la sequía, y dependientes de la estación húmeda para sobrevivir.

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La simple recuperación de cuerpos de agua abandonados puede transformar la vida de los pequeños agricultores.

Un año después, otro mundo

El núcleo del proyecto fue la limpieza de los cuerpos de agua superficiales, la restauración del arroyo local Gundalaiah Vanka y la rehabilitación de dos pequeñas presas construidas por el gobierno hacía décadas, que se encontraban deterioradas e inservibles.

El resultado técnico fue la recarga del acuífero y la mejora del nivel freático. Pero hubo mucho más. Tras algo más de un año de la intervención, contamos con datos que que invitan a la esperanza.

La recarga de los acuíferos no solo ha asegurado el riego agrícola, sino que ha garantizado la permanencia de las familias en su territorio. El impacto ha sido especialmente significativo para unas 280 familias de S. Gundala y sus alrededores.

La elevación del nivel freático ha reducido el coste y el esfuerzo para acceder al agua subterránea.

“Antes, teníamos que perforar pozos hasta 40 metros para obtener apenas 2,5 cm de agua. Después de la construcción del dique, el nivel freático ha aumentado y ahora conseguimos 5 cm de agua a solo 27 metros”, relata un agricultor local.

Las consecuencias son notables:

  • Los 520 acres de cultivos de secano, antes improductivos, han recuperado su capacidad productiva. Los ingresos y la seguridad alimentaria han mejorado notablemente.
  • Los agricultores han pasado de una a dos cosechas anuales, y han diversificado sus cultivos: a los tradicionales de tomate, cacahuete, cebolla y chile, se han sumado coliflor, repollo, pepino, berenjena, calabacín luffa y melón amargo, entre otros. Además de mayor seguridad económica, han accedido a una alimentación más variada y saludable.

Por otra parte, la mejora en la disponibilidad de agua ha tenido un impacto directo en la vida de las mujeres: ya no deben caminar kilómetros para conseguir agua, lo que les permite dedicar más tiempo al cuidado de sus familias, al acompañamiento escolar de hijos, y a desarrollar pequeñas actividades económicas, tanto artesanales como vinculadas a la mejora de las explotaciones agrícolas.

El embalse no solo ha traído agua; ha traído dignidad. Podemos quedarnos, cultivar, cuidar de nuestras hijos, y hasta soñar con un futuro mejor.” Declara una beneficiada.

Pero quizá el cambio más profundo es la consecuencia social de la nueva situación: la migración estacional hacia las ciudades se ha frenado. Estos desplazamientos, que desestructuran comunidades y disgregan a las familias rurales, han sido durante décadas un lastre para el desarrollo del campo en India. La experiencia en S. Gundala demuestra que invertir en recursos naturales y en resiliencia hídrica es también invertir en cohesión, estabilidad y futuro.

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En India, los datos confirman el éxito del modelo integral de apoyo a la agricultura que venimos desarrollando desde hace más de 14 años.

Una crisis estructural con soluciones posibles

El contexto es apremiante. En la India, el país más poblado del mundo, el 69 % de la población vive en zonas rurales, una cifra muy superior al promedio asiático (58 %). Y de ese porcentaje, el 80 % depende directamente de la agricultura y la ganadería, dos actividades altamente dependientes del agua. La presión sobre los recursos hídricos es inmensa.

El Banco Mundial lo resume con un dato alarmante: India alberga al 16% de la población mundial, pero solo dispone del 4% de los recursos de agua dulce del planeta. Esta desproporción es el punto de partida de una crisis silenciosa pero profunda.

En 2023, tras años de colaboración con el gobierno indio, el Banco Mundial publicó el informe Abordar el agotamiento de las aguas subterráneas: Lecciones de India, centrado en el país que más agua subterránea utiliza en el mundo. El mensaje es claro: el futuro hídrico de India pasa por un cambio estructural en la gestión del agua.

El  país más poblado del planeta sigue dependiendo mayormente de las lluvias monzónicas para regar sus campos, alimentar sus acuíferos, nutrir sus bosques y abastecer sus ciudades. Pero la irregularidad de los monzones, agravada por el cambio climático, está llevando a millones de pequeños agricultores al borde del colapso. Empoderarlos frente a la sequía, la degradación del suelo, el monocultivo y el desequilibrio social es urgente.

En este escenario, la gestión comunitaria del agua, junto con el aprovechamiento de las escorrentías y la recarga controlada de acuíferos, se convierte en una estrategia clave. Y es aquí donde los pequeños embalses autogestionados y la recuperación de arroyos y estanques emergen como una de las soluciones más efectivas, escalables y sostenibles.

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El  país más poblado del planeta sigue dependiendo mayormente de las lluvias monzónicas para regar sus campos, alimentar sus acuíferos, nutrir sus bosques y abastecer sus ciudades. © agm- -unsplash

Más allá de las infraestructuras: una visión integral

Nuestra experiencia lo confirma. Desde que comenzamos, hemos colaborado en la construcción de cuatro embalses junto a la Fundación Vicente Ferrer, beneficiando a más de 5.500 agricultores que han transformado sus vidas como los de S. Gundala.

Un aspecto fundamental de todos los proyectos que hemos desarrollado es que la recuperación del agua, especialmente la embalsada, va de la mano de la recuperación de la biodiversidad y de la regeneración del entorno natural.

Pero también de algo igual de esencial: la participación activa de las comunidades. La implicación de campesinos en cada fase del proyecto es clave para lograr resultados duraderos. Por ello, se fomenta desde el inicio su involucramiento en la ejecución y gestión de las obras.

Para ello son fundamentales los Comités de Desarrollo Ecológico (EDC), en los proyectos de la Fundación Vicente Ferrer, y los Comités de Gestión de Usuarios de Agua (WUMC), en los de World Vision. Conformados por hombres y mujeres de la propia comunidad, son los encargados de actuar como nexo directo entre la población local y las organizaciones que apoyan el proyecto. La apropiación comunitaria del agua es lo que garantiza el verdadero empoderamiento rural y la sostenibilidad: agricultores que conocen su entorno, gestionan sus propios recursos y se convierten en agentes de cambio en sus territorios.

El reverdecimiento progresivo del paisaje, la recuperación de zonas degradadas, y la incorporación de sistemas de riego eficientes por goteo alimentados por energía fotovoltaica, refuerzan este círculo beneficioso. La mejora en la disponibilidad de agua no es solo una solución técnica: es la puerta de entrada a una agricultura más sostenible, más justa y más resiliente.

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Hemos  colaborado en la construcción de cuatro embalses junto a la Fundación Vicente Ferrer, beneficiando a más de 5.500 agricultores que han transformado sus vidas como los de S. Gundala. © Javier Biscayar