Arco Mediterráneo: ¿Un nuevo mapa climático?

Las previsiones del IPCC se siguen cumpliendo y las sequías están afectando a regiones en las que no eran habituales. El Arco Mediterráneo, especialmente en su zona occidental, está sufriendo una situación excepcional de falta de lluvias. Allí se gesta una nueva frontera climática y las soluciones que se generen serán de suma importancia para la futura gestión del agua en la Tierra.

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Las sequías suben de latitud. Es un hecho constatable en toda la franja subtropical de la Tierra, pero que, en algunas zonas, está adquiriendo visos de catástrofe económica y medioambiental. En el Arco Mediterráneo occidental, países como Portugal, España, Francia e Italia afrontan una situación nunca vista que los aboca a un futuro preocupante.

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Las previsiones del IPCC se siguen cumpliendo y las sequías están afectando a regiones en las que no eran habituales. © World Meteorological Organization

España: sequía tras sequía

El caso de España es especialmente grave. El año pasado fue el más caluroso y uno de los más secos de su historia. Las lluvias y nevadas invernales no han aportado reservas de agua, y la primera mitad de la primavera está resultando catastrófica. En abril, mes que climáticamente es de los más lluviosos, se han batido todos los registros negativos: ha llovido menos del 15% de lo habitual y las altas temperaturas han llegando de media a marcar 10ºC por encima de lo normal en la mayor parte los observatorios. Con casi toda la cosecha de cereal perdida y con el riego de su huerta comprometido, España se encuentra con los embalses a la mitad de su capacidad y con muchos acuíferos dando señales de agotamiento.

En algunas zonas, como las cuencas internas de Cataluña, que abastecen a más de 6,5 millones de habitantes, el agua embalsada no alcanza el 26%, cuando lo normal en la época es el 80%. Más de 200 municipios catalanes están planificando restricciones, se ha reducido el 40% del agua para la agricultura y el 15% para usos industriales, y en los parques públicos sólo se usa agua para regar los árboles en peligro de morir.

En el sur del país, donde están más habituados a la sequedad, la situación desborda toda previsión. La cuenca del Guadalquivir también tiene sus embalses al 25%, cuando la media de los últimos diez años (también con prevalencia de sequía) es de un 63% en abril.

La situación es realmente grave y preocupante, ya que la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) informa de que, aunque se alcanzara la pluviosidad climáticamente normal en la segunda mitad de primavera, no sería en absoluto suficiente para recuperar el déficit de agua que arrastran las cuencas del país; y las previsiones no apuntan ni siquiera a que la lluvia recupere la normalidad estadística.

Con esta situación, el calor del verano y la avalancha turística habitual van a elevar el estrés hídrico a niveles imprevisibles. La situación es tan excepcional que el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha puesto a disposición del público un monitor de sequía para seguir la evolución de la humedad del suelo en tiempo real.

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Captura del mapa de humedad del suelo en España en abril, según el monitor del CSIC

Con buena parte de las cosechas perdidas, y el suministro amenazado en muchas comunidades, España afronta impactos económicos de envergadura. El Banco Central Europeo (BCE) avisa de que los fenómenos meteorológicos extremos provocarían un aumento de la proporción de la deuda pública con respecto al PIB de alrededor del 5%; mientras que en otros países del norte, como Alemania, Países Bajos o Bélgica, el incremento sería tan solo de un 1%.

Francia, Italia y Marruecos, en situaciones nunca vistas

El sur de Francia ha experimentado un invierno excepcionalmente seco. Météo-France, el servicio meteorológico nacional, ha registrado la sequía invernal más larga desde que recopilan datos (1959): 32 días sin lluvia. En la primera mitad de la primavera, la nieve en los Alpes, los Pirineos y el macizo central también ha sido mucho menor de lo habitual para la época, y los hidrólogos temen que este año habrá un estrés hídrico excepcional. En las redes sociales, los franceses han demostrado su asombro ante la situación, compartiendo miles de fotografías de ríos y lagos secos.

Como en España, los pronósticos para el verano auguran sequedad. Es una situación tan poco habitual que pilla a Francia desprevenida. El Gobierno presentó, el 30 de marzo, el Plan del Agua y, en el sur del país, a mediados de abril, una docena de departamentos plantearon decretos para prohibir el llenado de piscinas privadas.

El norte de Italia, región habitualmente húmeda, también está experimentado una situación similar a la francesa. La última vez que el país encadenó dos años consecutivos de sequía fue entre 1989 y 1990; pero, según el servicio meteorológico Aeronautica Militare, la falta de lluvias se presenta en condiciones mucho más adversas que en aquellos episodios, ya que se acumula a varios años de pocas precipitaciones.

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Humedad del suelo de la zona que rodea a la cuenca mediterránea, el 27 de abril de 2023. Del azul (más húmedo) al marrón (más seco).

Las escasas nevadas invernales han provocado un deshielo insuficiente para nutrir la cuenca del río Po, por lo que muchos agricultores se plantean abandonar los cultivos tradicionales de maíz y la soja y plantar girasoles, plantas más resistentes a la sequedad.

En el sur del Arco Mediterráneo, la falta de agua también ha alcanzado a la huerta de Marruecos, una de las más competitivas en el mercado europeo, que está sufriendo la peor sequía de los últimos 30 años. En un país en el que el sector agrícola representa el 15% del PIB y emplea entre el 40 y el 43% de su mano de obra, el Gobierno ha dispuesto un plan millonario para luchar contra la escasez hídrica. Por su parte, el Consejo Nacional de Derechos Humanos de Marruecos ha advertido de que la dicotomía entre la prioridad de proveer agua potable y el fomento de las actividades agrícolas no debe afectar al sector rural y provocar el desplazamiento de personas hacia las ciudades, como es habitual en estas crisis.

Tensiones habituales para una reacción ejemplar

Esta situación alarmante está sirviendo de revulsivo para que la sociedad civil de los países ricos, concienciada de la gravedad de un problema que ya afecta directamente a sus vidas, presione para cambiar los modelos de gestión del agua

España ofrece otro ejemplo de las múltiples caras de la problemática hídrica. La sequía llega en un mal momento para el Gobierno que está enzarzado, como es habitual, en el eterno debate sobre el agua y el modelo agrícola. A la crisis del mar Menor se ha sumado las últimas semanas la de la explotación de los exhaustos acuíferos del Parque Nacional de Doñana, una polémica política muy crispada en la que incluso ha intervenido la Comisión Europea desaconsejando el plan agrícola de la Junta de Andalucía (el gobierno autonómico de la comunidad) y amenazando con sanciones si el proyecto sigue adelante.

Las tensiones entre los agricultores y la gobernanza son habituales ante la falta de agua y no son exclusivas de España. Se dan en casi todos los países secos de la franja subtropical de la Tierra, la más amenazada según los informes del IPCC con alteraciones en la pluviosidad. En EEUU, destacan los problemas que la gestión del agua está provocando en California y que ahora se extienden a otros estados del sur.

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A la crisis del mar Menor se ha sumado las últimas semanas la de la explotación de los exhaustos acuíferos del Parque Nacional de Doñana.© Ángel M. Felicísimo

Esta situación desestabiliza los mercados alimentarios y se añade la guerra de Ucrania en la generación de una tendencia al alza de los precios. En estos casos, y lo hemos podido comprobar estos últimos meses, los más perjudicados son siempre los países de economías más débiles, en los que las sequías, más allá de lastrar su PIB, provocan hambrunas inhumanas con miles de muertes y de desplazamientos.

La tensión generada en los países europeos del Arco Mediterráneo no tiene precedentes y tiene visos de que se plantea un nuevo mapa climático al norte de África, una nueva frontera de transición hacia las zonas más húmedas de norte. La reacción de la gobernanza tiene que ser radical, rápida y coordinada entre todos los países para pactar ayudas, equilibrar los mercados alimentarios y, sobre todo, activar al máximo los esfuerzos para mitigar el calentamiento global.

Es importante que sea así para poder construir una referencia del incierto futuro que se nos presenta. Esta situación alarmante está sirviendo de revulsivo para que la sociedad civil de los países ricos, concienciada de la gravedad de un problema que ya afecta directamente a sus vidas, presione para cambiar los modelos de gestión del agua y para decidir con urgencia acciones más realistas para mitigar el calentamiento atmosférico. El cinturón subtropical del planeta, donde residen las regiones más pobladas, lo necesita con urgencia.