En la aridez hay vida que debemos preservar

Las tierras “secas” ocupan aproximadamente un 41% del suelo terrestre, y albergan a más de 2.500 millones de habitantes. Constituyen la zona del mundo con mayor estrés hídrico y contiene una biodiversidad fundamental para la mitigación y adaptación al cambio climático. Son la clave para frenar la desertificación y garantizar el mantenimiento del 50% del ganado y el 44% de los alimentos del mundo. Comprender la relación entre la aridez y el agua es el primer paso para lograrlo.

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A grandes trazos, las tierras secas constituyen dos inmensos cinturones alrededor de los dos hemisferios del mundo (ver figura 1). Son la consecuencia de los patrones climáticos que han configurado la circulación general atmosférica en la Tierra durante los últimos milenios. La primera distinción es paisajística: contrastan con las regiones húmedas por la menor densidad de vegetación, y por la prevalencia de colores con tendencia al pardo y al amarillo. Su clima presenta un alto contraste térmico entre el día y la noche, y entre el verano y el invierno, con una pluviosidad notablemente menor que en las zonas húmedas del planeta. Geográficamente presentan una característica singular: concentran la inmensa mayoría de la población que vive directamente de la agricultura y la ganadería, y la que más depende del agua para sobrevivir.

 

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Las tierras “secas” ocupan aproximadamente un 41% del suelo terrestre. © Thomas Rohlfs-unsplash

El índice de aridez marca la pauta

Desde un punto de vista técnico, las tierras secas vienen determinadas por el índice de aridez. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP) define las tierras secas como áreas de clima tropical y clima templado con un índice de aridez menor de 0,65. Hay muchos tipos de índices de aridez; el que utiliza el UNEP es el cociente entre la cantidad de precipitación (Pa) en mm y la evotranspiración potencial media anual (ETP) también en mm.

Es decir: Ia = Pa/ETP.

Es interesante entender el concepto de evotranspiración potencial, que es algo complejo. En primer lugar, laevapotranspiración se define como la pérdida de humedad de una superficie por evaporación directa,añadiendo la pérdida de agua por transpiración de la vegetación. Se expresa en milímetros por unidad de tiempo. Es decir, la evapotranspiración engloba tanto la evaporación de agua del suelo como la transpiración de las plantas. Ambos procesos son debidos a la acción del calor. La transpiración vegetal es un proceso que proporciona a la planta refrigeración y regula su fotosíntesis.

Desde la década de 1950, los geógrafos que investigan el clima y su incidencia en el estado del suelo utilizan la evapotranspiración potencial (ETP), que es la máxima cantidad de agua que puede evaporarse desde un suelo completamente cubierto de vegetación que se desarrolla en óptimas condiciones de suministro ilimitado de agua. La ETP se diferencia de la evapotranspiración real (ETR) en que en esta última se tienen en cuenta las disponibilidades de agua; es decir, a menos agua disponible, menos ETR. Por ejemplo, en España, país cubierto mayormente por tierras secas, la ETP es de 894 mm,unvalor notablemente superior al dato medio anual de ETR, que es de 454 mm.

 

El término “seco” tiene muchos matices

En función del Ia de la UNEP, las tierras se pueden clasificar según la siguiente tabla:

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Figura 1. Las tierras secas clasificadas de mayor a menor aridez: en rojo, las hiper áridas; en naranja, las áridas; en amarillo, las semiáridas; en verde las subhúmedas secas y en gris las que están en proceso de convertirse en secas. © The UN Environment Programme World Conservation Monitoring, Centre (UNEP-WCMC)

En la figura 1, podemos ver la ubicación geográfica de esta clasificación:

Zona subhúmeda seca. Es la menos árida. Se extiende, por ejemplo, en la sabana sudanesa, los bosques y pastizales de Sudamérica, las estepas europeas y siberianas, y las praderas de Canadá. La mayoría de los bosques de las tierras áridas aparecen en la zona subhúmeda (el 52% de su superficie es boscosa), al igual que algunas grandes superficies de agricultura intensiva de regadío, favorecido por la existencia deos perennes (que no se secan en todo el año).

Tierras semiáridas.Se pueden encontrar en varias regiones del mundo. Por ejemplo, en los países subsaharianos, en el Mediterráneo, el oeste de Norteamérica, el norte de México, buena parte de Australia, el Asia central y el sur de África. También poseen una cantidad importante de superficie boscosa: el 41%.

Zonas áridas. Ocupan la zona del Sahel, el norte del desierto del Sáhara, la zona central de Oriente Medio, algunas zonas de Asia central y buena parte del oeste de Australia. En estas zonas la proporción de bosque cae drásticamente al 7%.

Zonas hiperáridas. Aquí se catalogan los desiertos, como el del Sahara, el desierto de Arabia y el de Gobi.

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La zona subhúmeda seca es la menos árida. Se extiende, por ejemplo, en la sabana sudanesa, los bosques y pastizales de Sudamérica, las estepas europeas y siberianas, y las praderas de Canadá. © Vansep Awan-unsplash

La aridez está llena de vida

Como vemos, las tierras secas engloban territorios muy diversos que, en total, constituyen el 41% de la superficie terrestre del planeta; esto significa unos 6.100 millones de hectáreas. Esta cifra nos da una idea de la importancia que adquieren estas tierras en el equilibrio medioambiental del planeta.

Aunque puede parecer sorprendente, según la última Evaluación de las tierras secas de la FAO, estas regiones atesoranmás del 27 % de los bosques del mundo, lo que equivale a unos 1.100 millones de hectáreas, y tan sólo tienen el 28% de su superficie estéril; el 25% restante lo ocupan pastizales y el 18% los cultivos.

 

Desde otra perspectiva, los árboles están presentes en casi un tercio de las tierras secas del mundo. Estos árboles y bosques señalan uno de los principales aspectos de la importancia de estas tierras: proporcionan hábitats para la biodiversidad, protegen la tierra de la erosión eólica y la desertificación, dan sombra a los cultivos, los animales y las personas, ayudan a que el agua penetre en los suelos y contribuyen a su fertilidad. Son la principal defensa que tienen los agricultores y ganaderos frente a la desertificación, y el mundo los necesita para no reducir la absorcióndel carbono atmosférico.

Un aspecto clave para la salvaguarda de la biodiversidad planetaria es que constituyenterritorios de migración fundamentales para las aves. Estas migraciones regulan los ecosistemas entre continentes en sentido norte-sur, y actualmente están en peligro por la desaparición de muchos humedales que son las bases de reposo y alimentación de las aves migratorias.

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Figura 2. Disminución (del amarillo al rojo) en la capacidad de retención de agua en zonas áridas en un escenario SSP2 (desafíos medios para la mitigación y la adaptación) 2010 – 2050.© PBL Netherlands Environmental Assessment Agency.

Frenar la desertificación

Los informes del IPCC, advierten deque el cambio climático ya está degradando las tierras secas. Si no se detiene el calentamiento global, las condiciones serán más extremas, con más sequías, olas de calor intensas y fuertes vientos erosivos. La United Nations Convention to Combat Desertification (UNCCD) calcula que las tierras secas están perdiendo 23 hectáreas por minuto de vegetación a causa de las sequías y la desertificación. Y es probable que esta pérdida aumente durante las próximas décadas ya que el incremento de la temperatura provocará un aumento de la evapotranspiración.

La desertificación, según la UNCCD, esun proceso de degradación del suelo fértil en zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas a causa de las variaciones climáticas y las actividades humanas”.

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Los informes del IPCC, advierten deque el cambio climático ya está degradando las tierras secas. © Olivier Mesnage-unsplash

 

Respecto a las actividades humanas, la desertificación se origina cuando los sistemas natural y económico se desacoplan. Normalmente esto sucede cuando la tasa de consumo de agua excede a la de su regeneración. Un caso paradigmático es el agotamiento de los acuíferos en zonas de cultivos intensivos como en muchas regiones de España, Arabia, California, Oriente Medio, oeste de India, Australia y en varios países del Sahel (ver la figura 2). En este último caso, el sobrepastoreo en las épocas de lluvias en las zonas semiáridas y áridas, degrada el manto vegetal incrementando la erosión, lo que ha sido un mal endémico en muchos países subsaharianos en la segunda mitad del siglo XX.

Tenemos que salvar el suelo

Según la FAO, el 70% de las tierras secas del mundo sufren degradación, y la desertificación afecta directamente a 250 millones de personas. Es un proceso que amenaza a 1.000 millones y que en los próximos 10 años puede ser la causa del desplazamiento forzoso de 50 millones. También se calcula que para final de siglo la superficie global de las zonas áridas puede aumentar entre un 11 y un 23%. Actualmente la FAO y el Banco Mundial estiman que las pérdidas económicas de la deforestación y la degradación del suelo ascienden 6,3 a 10,6 billones de USD.

Estas pérdidas conllevan un drama humano, pues el 90% de los habitantes de las tierras secas viven en países en vías de desarrollo y tienen una de las tasas de natalidad más altas del planeta. Por otra parte, el 50% del ganado y del 44% de los alimentos del mundo se producen en las tierras secas.

La FAO y el Grupo de Estados de África, el Caribe y el Pacífico han ejecutado el programa Acción Contra la Desertificación para mitigar los efectos perjudiciales de índole social, económica y ambiental de la degradación de la tierra y la desertificación. En el marco del programa, las tierras se restauran plantando las especies adecuadas con el propósito de mejorar la calidad del suelo, promoviendo el uso de semillas de calidad y gestionando la regeneración natural de las especies y las superficies sembradas a través de los comités de gestión de las aldeas.

Otro proyecto de Acción Contra la Desertificación es el de la Gran Muralla Verde de África que, como explicamos en este artículo, da esperanza al Sahel, una de las zonas más vulnerables a la actual crisis climática.

La regeneración de los acuíferos, recuperando infraestructuras y prácticas siguiendo el modelo de la naturaleza es fundamental para combatir la aridez. En nuestro proyectos en India, comprobamos la eficacia de la construcción de pequeños embalses autogestionados. Tanto en los de Ganjikunta y Girigetla, como en loss recientes de  Settipalli y D.K.Thanda4, estos embalses devuelven la vida a los campesinos más empobrecidos y regeneran los acuíferos frenando la deforestación. Es un modelo de desarrollo a seguir en las tierras semiáridas y áridas de India y del resto de países sometidos a estaciones lluviosas inciertas e irregulares.

También la gestión adecuada del riego, como las técnicas de riego por goteo, que hemos desarrollado en Mudigubba  y en varias aldeas de Andhra Pradesh, permiten reducir la extracción de los acuíferos y aumentar la productividad de los cultivos, y constituyen una práctica fundamental para reducir el estrés hídrico.

No se podrán lograr los ODS sin hacer una inversión social y económica para evitar la degradación y la desertificación en las tierras secas. Todos dependemos de ellas.