Biodiversidad: la hora de las empresas

La COP15 sobre biodiversidad ha sido la primera en la que ha participado el sector privado. Es un avance realista y práctico que invierte el flujo de la presión desde la ciudadanía y las empresas hacia el poder político, e impulsa la comprensión del capital natural como valor insustituible que debemos preservar.

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La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Diversidad Biológica, conocida como COP15, se celebró del 7 al 19 del pasado diciembre en Montreal. Reunió a gobiernos de todo el mundo con el fin de concertar nuevos objetivos para la acción mundial en favor de la naturaleza hasta 2030.

La COP15 se celebró unas tres semanas después de la COP27, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Clima, en Sharm el-Sheikh. La COP27 abordó las medidas relativas al marco de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y cómo adaptarse a estos cambios; por su parte, la COP15 de Montreal se ha centrado en la vida en la Tierra como establece el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB), un tratado firmado por 150 líderes gubernamentales en la Cumbre de la Tierra de Río de 1992.

Concebido como una herramienta práctica para convertir en realidad los principios de la Agenda 21, el CDB trata la biodiversidad como un concepto más allá de la flora, la fauna y sus ecosistemas: se centra en las personas y en nuestra necesidad de seguridad alimentaria, salud, aire limpio, agua potable y vivienda, elementos estrechamente relacionados con el equilibrio de la biosfera.

 

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La COP15 sobre biodiversidad ha sido la primera en la que ha participado el sector privado. © UN Biodiversity.

El sector privado como activo imprescindible

La COP15 de Montreal ha significado un importante punto de inflexión al ser la primera de esta serie de cumbres en la que ha participado el sector privado internacional. Es un avance significativo realista y práctico. Públicas o privadas, las empresas son las organizaciones que facilitan bienes, servicios y trabajo a las personas. Relacionan así directamente a la sociedad civil con la naturaleza que es la que proporciona las materias primas y la energía para lograrlo. Esta relación es la que mueve el mundo y es imprescindible para asegurar el éxito en la carrera hacia los ODS en 2030, y para que en 2050 se cumpla la visión acordada por todos los países participantes de que la humanidad viva en armonía con la naturaleza.

De este modo, la reunión se ha desarrollado en dos bloques: el de los delegados políticos, que debatían la redacción de un borrador de acuerdo, y la de grupos de empresas y organizaciones de la sociedad civil de diversos países que, de una forma más práctica, planteaban sus objetivos en base a los progresos realizados en biodiversidad. Este segundo grupo, el más numeroso, fue el causante del dato más esperanzador de la Conferencia: cerca de 25.000 personas acudieron para debatir y presionar para la adopción de medidas; ha sido la mayor cifra de asistencia de su historia, cercana a la de la COP27 de Sharm El Sheikh.

 

La biosfera está enferma y debemos sanarla

Incluso antes de manifestarse los síntomas del cambio climático, la biodiversidad ya estaba mostrado evidencias de su deterioro, y en esta última década, un gran número de estudios científicos han alertado sobre ello. La ONU asegura que alrededor de un millón de especies de animales y plantas ahora están amenazadas de extinción, y las especies nativas en la mayoría de los principales hábitats terrestres han disminuido en al menos un 20 % desde 1900. Al menos 680 especies de vertebrados se han extinguido desde el siglo XVI y, en 2016, desaparecieron de la Tierra más del 9 % de todas las razas domesticadas de mamíferos utilizados para la alimentación y la agricultura.

Las perspectivas de futuro no son halagüeñas: alrededor del 41 % de las especies de anfibios, casi el 33 % de los corales que forman arrecifes y más de un tercio de los mamíferos marinos están amenazados. Por lo que respecta a los insectos, claves en procesos como la polinización, se estima que el 10 % está amenazado.

Con estos datos, y de forma similar a la apertura de la COP27, el secretario general de la ONU, António Guterres, fue contundente: “Hoy no estamos en armonía con la naturaleza, al contrario, estamos tocando una melodía muy diferente, una cacofonía del caos tocada con instrumentos de destrucción”. Y llegó a describir a la humanidad como “un arma de extinción masiva” que “trata a la naturaleza como un retrete”.

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Las perspectivas de futuro no son halagüeñas: alrededor del 41 % de las especies de anfibios, casi el 33 % de los corales que forman arrecifes y más de un tercio de los mamíferos marinos están amenazados. © Wynand Uys – unsplash

Las empresas entienden el capital natural

Muchos representantes de las más importantes empresas multinacionales asistentes dieron motivos para la esperanza. Por lo menos existe un consenso general en admitir que el deterioro del capital natural es un riesgo para las inversiones empresariales y que actualmente se da una clara oportunidad para que los flujos financieros alimenten objetivos positivos para la naturaleza. Todas las economías e industrias dependen directa o indirectamente de los ciclos naturales y ninguna empresa puede permitirse ignorar su valor.

En este sentido adquirió especial relevancia la presencia en la COP15 del World Business Council for Sustainable Development (WBCSD), que ha desarrollado desde el 2010 una hoja de ruta conjunta con el objetivo de que las empresas sean parte de esta transformación hacia 2050. La asociación defiende en el documento Visión 2050: Es hora de transformar la idea de que los más de 9.000 millones de personas, la población estimada de la Tierra en 2050, podrán vivir bien dentro de los límites de la naturaleza. Para lograrlo, el WBCSD aboga por una transformación a escala en la que las empresas centren sus acciones en las áreas a través de las cuales puedan liderar la transformación.

 

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La ONU subraya las metas concretas más importantes para 2030, entre ellas: conservar en todo el planeta por lo menos el 30 % de las zonas terrestres, marinas y costeras. © Aaron Burden-unsplash

El plan más ambicioso para 2030

Las negociaciones en Montreal concluyeron con la aprobación del Marco Mundial de la Diversidad Biológica posterior a 2020, que se concibe como el plan mundial más ambicioso jamás desarrollado para el medio ambiente. El proyecto se estructura a través de cuatro grandes objetivos y de desarrolla con 23 metas concretas para 2030 que se complementan con los 17 ODS. La ONU subraya las más importantes, en las que la salvaguarda del agua es fundamental:

  • Conservar en todo el planeta por lo menos el 30 % de las zonas terrestres, marinas y costeras, de forma que se gestionen eficazmente mediante sistemas de áreas protegidas.
  • Restaurar por lo menos el 20 % de cada uno de los ecosistemas de agua dulce, marinos y terrestres degradados.
  • Reducir a la mitad la tasa de introducción de especies invasoras. Un problema que afecta especialmente a los ecosistemas acuáticos.
  • Reducir al menos en un 50 % los nutrientes que se pierden en el medio ambiente, eutrofizando las aguas, y en al menos un 60 % las sustancias químicas, en particular los plaguicidas agrícolas, que están causando estragos en la biodiversidad.
  • Eliminar totalmente el vertido de residuos plásticos en ríos y mares.
  • Minimizar el impacto del cambio climático en la biodiversidad y contribuir a la mitigación y adaptación a través de soluciones basadas en la naturaleza.
  • Movilizar al menos 200.000 millones de dólares anuales en financiación nacional e internacional a la biodiversidad en los países en desarrollo y con menos recursos, que en generalmente son los que poseen la mayor biodiversidad planetaria.
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El concepto de capital natural necesita más especificidad para ser comprendido. Un ejemplo claro es la necesidad de detener la sobreexplotación de los acuíferos y la contaminación y desecación de los humedales que ponen en jaque el futuro agrícola de millones de personas y miles de empresas en todo el mundo. © Alex Smith – unsplash

“El cambio empieza desde abajo”

Una de las más interesantes conclusiones de la COP15 es la inversión del principio de que “el cambio empieza desde arriba”, en el sentido de que la consecución de un acuerdo mundial tiene el poder de impulsar políticas regionales y nacionales que son las que incentivan, hacia “abajo”, el interés inversor y la consecuente transformación de las empresas.

Ya se vio en la pasada COP27 que el panorama se invierte, debido a la presión que ejerce la sociedad civil y el sector privado hacia “arriba”: sobre los representantes gubernamentales. La representación y actividad empresarial en Montreal provino de un amplio abanico de sectores industriales que reclaman al poder político más claridad y pragmatismo sobre la salvaguarda de la biodiversidad.

Es evidente que el concepto de capital natural necesita más especificidad para ser comprendido por la opinión pública e incluso para buena parte de los economistas. Un ejemplo claro es la necesidad de detener la sobreexplotación de los acuíferos y la contaminación y desecación de los humedales que ponen en jaque el futuro agrícola de millones de personas y miles de empresas en todo el mundo.

El capital natural es el origen de la generación de todos los recursos que mueven nuestra economía. Su preservación es clave para que la lucha por la mitigación del cambio climático sea efectiva y para que podamos adaptarnos con garantías de resiliencia. Formamos parte de la naturaleza, salvarla es salvarnos.