Desastres naturales: no basta con prevenir

Las pérdidas por desastres naturales alcanzaron los 275 mil millones de USD en 2022. Tan sólo 125 mil millones estaban cubiertos por seguros. El Banco Mundial toma medidas y advierte de que la pobreza es sinónimo de vulnerabilidad. Las previsiones climáticas nos obligan a otro enfoque y a un reto de gestión inaplazable.

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2022 ha sido un año climáticamente nefasto. Según la aseguradora Swiss Re, los desastres naturales causaron más de 275 mil millones de USD en pérdidas económicas globales, de los cuales tan sólo 125 mil millones estaban cubiertos por seguros. Las cifras vuelven a batir récords y los analistas señalan dos causas: la acumulación de activos inmobiliarios en áreas expuestas a inundaciones y la excepcional inflación financiera.

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Las pérdidas por desastres naturales alcanzaron los 275 mil millones de USD en 2022. © Freepik

Pérdidas en aumento

2022 fue el segundo año consecutivo en el que los daños asegurados por catástrofes naturales superaron los 100.000 millones de USD. Las compañías de seguros señalan que se reafirma la tendencia de un aumento anual promedio del 5% al 7% durante las últimas tres décadas. Lógicamente en su contabilidad aparecen los fenómenos que más daño han causado en los países industrializados, los que más seguros tienen contratados: el huracán Ian en EEUU, las granizadas en Francia, las inundaciones de Australia y Sudáfrica, las tormentas de invierno en Europa y EE. UU, y las sequías en Europa, China y América.

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Los fenómenos violentos y las sequías, tienen una tendencia al alza, las compañías aseguradoras también lo tienen en cuenta y este es uno de los temas recurrentes en las reuniones del Foro Económico Mundial. © Freepik

El huracán Ian, tras tocar tierra en Florida como una tormenta de categoría 4, encabeza las pérdidas aseguradas con 50-65 mil millones de USD. Destacan, por lo anómalo, los desastres causados en febrero de 2022 por las tormentas Eunice, Dudley y Franklin en el noroeste de Europa que provocaron más de 4.000 millones, casi el doble del promedio de los últimos 10 años; y los 5.000 millones por los daños del granizo en Francia, una cifra nunca vista. También en Australia las aseguradoras pagaron cifras de récord: 4.300 millones por las inundaciones en el este del país en febrero y marzo.

Allí donde no llegan los seguros

La crisis climática golpea con mayor dureza a las comunidades más vulnerables, que a su vez son las que menos se benefician de los seguros. Tras un 2022 en el que las pérdidas por catástrofes climáticas han aumentado considerablemente, el Banco Mundial decidió el pasado mes de junio suspender temporalmente el pago de la deuda a los países afectados por desastres naturales que más necesitan atender a su población. También les ofrecerá la opción de reasignar su financiamiento, y establecer sistemas de emergencia para la disposición inmediata de los fondos.

Estas medidas se incluyen en un conjunto de herramientas que la institución vinculada a la ONU ha anunciado que va a implementar con urgencia. Destaca el anuncio de que el Organismo Multilateral de Garantía de Inversiones, que forma parte del Banco Mundial, trabajará con el sector asegurador privado para diseñar un nuevo paquete de seguros paramétricos, más rápidos y transparentes que un seguro tradicional. El objetivo es que los afectados por una catástrofe dispongan cuanto antes de los fondos para activar las ayudas, al tiempo que se colabora con el sector privado para evitar que, como ha ocurrido en otras ocasiones, tras un desastre las empresas abandonen su actividad en el país.

Previsiones climáticas que llaman a la prevención

El Banco Mundial recuerda que la pobreza es sinónimo de vulnerabilidad y ve con mucha preocupación la evolución climática. Las previsiones del AR5 de 2014 se han visto confirmadas con creces por el AR6 publicado este año: los fenómenos violentos, como huracanes e inundaciones, y las sequías tienen una tendencia al alza, las compañías aseguradoras también lo tienen en cuenta y este es uno de los temas recurrentes en las reuniones del Foro Económico Mundial.

Este año, los datos climáticos inquietantes se han multiplicado, especialmente en lo que hace referencia al agua del mar, el mayor acumulador de energía generadora de huracanes e inundaciones. La temperatura del agua del océano Atlántico en el hemisferio norte está batiendo récords, y un dato anómalo está sorprendiendo a los oceanógrafos: el mar Mediterráneo ha alcanzado este julio temperaturas superficiales de 30ºC, similares a las del Caribe; hay que tener en cuenta que los huracanes se generan a partir de los 27ºC, y los científicos especulan con la posibilidad de que se formen también en ese mar. Hasta ahora se han estudiado los “medicanes”, ciclones de tipo tropical que se dan en el Mediterráneo; los estudios sugieren que los posibles huracanes se desarrollarán a finales de este siglo y podrían desencadenarse como medicanes más intensos y de mayor duración.

En el Atlántico, la temporada de huracanes ha comenzado oficialmente el 1 de junio y finalizará el 30 de noviembre. Por el momento los científicos no sacan conclusiones de lo que puede pasar con el calentamiento excepcional de este año. Expertos de la NOAA estadounidense explican que el propio efecto de El Niño puede reducir la actividad ciclógénica en la zona, como ya se ha observado otras veces, aunque la posibilidad de que esta sea intensa sigue siendo alta.

La energía que se moviliza en los huracanes era hasta hace poco inimaginable. Gracias a las investigaciones realizadas hace un par de décadas por el National Center for Atmospheric Research (NCAR) sabemos que pueden llegar a generar de 50 a 200 trillones de vatios al día, aproximadamente la cantidad de energía liberada por la explosión de una bomba nuclear de 10 megatones cada 20 minutos, ó 200 veces la capacidad de producción de energía eléctrica de todo el mundo.

Un nuevo planteamiento

La previsión salva vidas, pero la gestión adecuada es fundamental. Las normas internacionalmente aceptadas, que son las que se siguen generalmente en estos casos, son las que dicta el NOAA; puedes verlas resumidas en esta página, pero no todas las comunidades pueden seguirlas, las más abandonadas las que menos.

De nuevo se impone una reflexión sobre la relación entre la exposición y la vulnerabilidad. Tanto un edificio de Miami como una chabola de Haití está expuestos a los huracanes, pero la choza es mucho más vulnerable. La desigualdad respecto a los seguros es similar: la familia de la choza lo pierde todo y pasa a depender de las ayudas que se movilicen; los que viven en un hogar asegurado pueden contar con recursos en caso de pérdidas.

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La crisis climática nos obliga a reconsiderar el mapa de la exposición a los desastres y observarlo desde la perspectiva de la vulnerabilidad. © Farhana Asnap / World Bank

La crisis climática nos obliga a reconsiderar el mapa de la exposición a los desastres y observarlo desde la perspectiva de la vulnerabilidad. En la COP27 se debatió sobre la implementación de la Iniciativa de Alerta Temprana Global, un plan redactado por la Organización Meteorológica Mundial que tiene como objetivo proteger a la totalidad de habitantes de la Tierra mediante la instalación de sistemas que emitan advertencias anticipadas a los fenómenos extremos peligrosos. De momento tiene la máxima prioridad en el Plan Estratégico de la OMM para 2024-2027.

Pero es evidente que no basta con la previsión meteorológica. Es preciso al mismo tiempo la financiera. Seguimos a la espera de noticias sobre la implementación del fondo de ”pérdidas y daños” acordado en la COP27, una resolución que cada vez se muestra más urgente. No podemos permitir que el cambio climático acentúe las desigualdades y la injusticia. Los fenómenos son naturales, los desastres, humanos, y contamos con la capacidad de mitigarlos.