Los círculos deben cerrarse para todos

© Farhana Asnap_World_Bank
Convertir los residuos en un recurso es la esencia de la sostenibilidad de la economía circular.

La economía circular en el tratamiento del agua no sólo supone una mejora en la seguridad hídrica y en la salvaguarda del medio ambiente, sino que es una oportunidad de crecimiento económico casi inexplorado. Obliga a un cambio de paradigma nada fácil en el modelo productivo de los países ricos, pero presenta notables asimetrías con los que todavía luchan por el acceso al agua y al saneamiento básico. El equilibrio del planeta depende de que la reutilización del agua beneficie a todos.

Un elemento caracteriza irremediablemente el Antropoceno: la basura. La era en la que la naturaleza está siendo alterada por la actividad humana se distingue por la proliferación de residuos de todo tipo esparcidos por el planeta. Los datos son escalofriantes: sólo en Europa, cada ciudadano genera seis toneladas de residuos al año, que provienen de las 16 toneladas de materiales que consume en su vida cotidiana; lo que significa que la Comunidad Europea genera más de 3.000 millones de toneladas de basura cada año. En 2016 sólo se recicló el 50 % de ella, el resto, 1.500 toneladas, acaba en vertederos o, lo que es peor, diseminado por el planeta. A escala mundial, el agua residual forma parte de esta lacra.

Imagen We Are Water

©VALINGOT
Los niños de los países pobres pueden ser los más beneficiados de la reutilización avanzada del agua, pero antes tienen que crecer en un entorno sin problemas de acceso y de saneamiento básico, y acabar con la defecación al aire libre.

La Unesco estima que en todo el mundo, en 2015, más del 80% de las aguas residuales se vertieron al medio ambiente sin tratamiento alguno. Los países ricos trataron ese año el 70% de sus aguas residuales, mientras que los de rentas medias un 32% y los más pobres tan sólo un 8 % de media, llegando en algunos casos extremos al 5%. Es un malgasto intolerable en zonas de escasez hídrica que causa además una carga sanitaria enorme: unos cinco millones de personas mueren cada año por el agua contaminada, de las que ONU-Agua calcula que unas 800.000 son debidas directamente al vertido de aguas residuales. Esto afecta principalmente a los niños: entre los menores de cinco años se podrían haber evitado 361.000 muertes en 2012 mediante la reducción de los riesgos relacionados con la inadecuada higiene de manos, el saneamiento y el agua.

El deterioro medioambiental de estos vertidos es catastrófico. Además de la destrucción ecológica y contaminación de las cuencas y acuíferos, la Comisión Oceanográfica Intergubernamental (COI) de la Unesco estima que en el mar, donde acaba la mayor parte de las aguas sin tratar, una superficie de 245.000 km2 es ya una zona muerta a causa de la contaminación. Las repercusiones negativas en la industria pesquera y los medios de subsistencia de millones de personas en todo el mundo son ya evidentes, sin contar con la progresiva acidificación del océano a causa de esta contaminación y de la absorción continuada de CO2. Si continuamos ignorando las aguas residuales como problema social y medioambiental ponemos en peligro los esfuerzos en pos de la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y nuestra especie tendrá un futuro incierto en el planeta.

Abocados a la economía circular

En términos de análisis productivo esta situación se debe fundamentalmente al modelo de economía lineal con que hemos estado viviendo: extraer-fabricar-usar-tirar. Desde los inicios de la revolución industrial, los países desarrollados han “exportado” este modelo a todas las economías del planeta, sobre todo a los países emergentes; de este modo, el volumen de residuos se ha incrementado exponencial y alarmantemente en la Tierra en las dos últimas décadas.

El reciclaje se ha impuesto como una actividad imprescindible para frenar este creciente deterioro, pero el reciclaje por sí mismo no soluciona el problema en su globalidad, sino está enmarcado en un modelo sostenible que elimine totalmente los residuos y que, sobre todo, genere valor a partir de ellos. Es lo que aporta la economía circular.

Vídeo

Gonzalo Delacámara, coordinador del Grupo de Economía del Agua de la Fundación IMDEA Agua explica los fundamentos de la economía circular. “La reutilización permite garantizar la disponibilidad a largo plazo y detener el deterioro de la calidad de agua y de los sistemas acuáticos”.

La economía circular es una ciencia que permite preservar los recursos naturales, producir bienes con energía renovable, alargar al máximo la durabilidad de los mismos y contemplar los residuos del proceso de producción como un nuevo recurso que añade valor a la cadena productiva. En el sector hídrico, esto nos lleva directamente a la reutilización del agua, un concepto variable en función del uso que se quiera dar al agua reutilizada.

Reutilizar el agua no es depurarla para devolverla al medio natural con los estándares de inocuidad para la flora y la fauna que ahora existen, sino hacerlo de modo que esta pueda volver a ser consumida de nuevo por la actividad humana; es una cuestión de estándares de calidad, y por lo tanto de legislación y gobernanza, y de inversión en tecnología. Se estima que en la actualidad tan sólo el 4% de toda el agua consumida en el mundo es reutilizada; el potencial de crecimiento de la reutilización es enorme.

La reutilización promete crecimiento y adaptación al cambio climático

Los países ricos lideran la adopción de la economía circular. Son los que disponen de recursos tecnológicos y financieros para ello. Aquí, las principales dificultades para implementar la reutilización avanzada del agua son de gestión y gobernanza para crear los incentivos económicos necesarios, y estos son factores que varían mucho en función de los objetivos de cada país. La eliminación de los contaminantes emergentes es otro factor que puede añadir incertidumbre a la reutilización avanzada del agua, y que pueden precisar nuevas tecnologías.

A nivel global, el tratamiento de las aguas residuales pone de manifiesto los problemas de fondo que tiene la gestión del ciclo del agua en el mundo industrializado. Según Totti Könnö, director ejecutivo del Insight Foresight Institute, y una de las mayores autoridades en economía circular “las cadenas de producción tienen muchos actores y cada uno de ellos busca optimizar su negocio, pero sólo lo hace con su parte, hace falta asumir un nuevo modelo de negocio”. En los países ricos, el reto es pues político y de gestión, y puede transformar el modelo socioeconómico capacitándolo para soportar la amenaza del cambio climático y generar además riqueza salvaguardando el medio ambiente.

Superado este cambio de mentalidad, hay suficiente tecnología en el mundo desarrollado para afrontar esta disrupción con éxito. Países como Israel, que recicla cerca del 75 % y lidera la reutilización de las aguas residuales en el mundo, España con el 12 % y EEUU con el 6 % de agua reutilizada, presentan casos de éxito que marcan una hoja de ruta. Estos casos han demostrado que las aguas residuales son un recurso valioso ya que no sólo se plantean como una solución para gestionar la creciente escasez de agua en la agricultura, sino que también son una rica fuente de nutrientes, minerales y energía, que pueden extraerse de manera rentable.

Los problemas de las zonas deprimidas

Sin embargo, los países emergentes, que disponen potencialmente de la capacidad tecnológica para introducir el nuevo modelo circular, sufren profundos desequilibrios socioeconómicos que hacen que el tratamiento de las aguas residuales sea más problemático. Estos países, que son los que más han contribuido a disparar la contaminación hídrica del planeta, acaparan zonas donde el agua residual es todavía letal, por lo que urge encontrar marcos sociales estables para desarrollar el modelo de reutilización con recursos propios. 

Imagen We Are Water

©Monica Tijero / World Bank.jpg
Los beneficios de disponer de agua limpia en los ríos no es sólo una cuestión medioambiental.

Los países más pobres tienen a corto plazo otras prioridades, como lograr el acceso al agua y el saneamiento básico, y presentan serias deficiencias para arrancar el desarrollo tecnológico de la reutilización. Como indica el Informe Mundial de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos 2017, de 181 países únicamente 55 contaban con información válida en materia de generación, tratamiento y utilización de aguas residuales; los países restantes no contaban con la información o sólo tenían datos parciales o desactualizados. En el mundo de la reutilización, donde el big data y la industria 4.0 son factores fundamentales para sacar el beneficio económico a toda la cadena del reciclaje, esta deficiencia lastra el desarrollo y hace vulnerables a las economías en vías desarrollo.

En este sentido, Gabrielle Hecht, profesora de historia de la Stanton Foundation en la Universidad de Stanford (EE UU) describe en un ensayo sobre África el verdadero papel de sus habitantes en los cambios globales, aboga por el reparto equitativo de responsabilidades medioambientales y alerta para evitar más dependencia tecnológica de los países pobres: “Tenemos que dejar de perpetuar la idea de que bastarán unas soluciones tecnológicas para remediar la situación actual del planeta, parches que a menudo son ideados y diseñados por científicos e ingenieros del norte y ofrecidos al conjunto del sur como la solución sin tener en cuenta el conocimiento, necesidades y medio ambiente locales”, sostiene Hecht, quien añade: “Lo que cuestiono es una noción del Antropoceno que atribuye el cambio ecológico a toda la humanidad, sin tener en cuenta la geopolítica o las dinámicas de poder de la desigualdad”.

En efecto, en muchos países en vías de desarrollo, la falta de acceso a la información y a la tecnología va unido a serios déficits en la gobernanza y a un grave problema de contaminación del agua. Son las causas de que millones de personas vean lejos todavía los beneficios sociales, ambientales y económicos de la reutilización de las aguas y la recuperación de los subproductos útiles que proporciona la economía circular.

La importancia transversal de las aguas residuales se ve reflejada en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, en el Objetivo de Desarrollo Sostenible número 6 dedicado al agua y al saneamiento y, especialmente, en la Meta 6.3 que aboga explícitamente por la reducción de la contaminación y mejoras en el vertido, gestión y tratamiento de las aguas residuales. Sin el logro de este objetivo difícilmente se lograrán los 16 ODS restantes.

Imagen We Are Water

©Edwin Huffman / World Bank
Reutilizar el agua puede asegurar la subsistencia de millones de agricultores amenazados por el cambio climático.

Los beneficios de la economía circular aplicada al agua son a la vez económicos, sanitarios y medioambientales, y deben extenderse a todo el planeta, especialmente a los países que más sufren estrés hídrico, la falta de saneamiento y la contaminación. Sólo así podremos hacer del Antropoceno un lugar digno de vivir y con futuro; estamos a tiempo.