Mediterráneo. Cada playa trae un mensaje

La contaminación que alcanza las playas del Mediterráneo escenifica las consecuencias directas de la actividad humana en tierra firme, pero también convierte la orilla en un aula abierta de conciencia ambiental. Ese es uno de los objetivos de la Bluewave Alliance, una iniciativa en la que hemos participado para recuperar una de las cuencas marinas más estresadas y amenazadas.

Nunca antes se había hablado tanto de la interacción tierra-mar. Las consecuencias de la actividad humana en el entono marino ocupan hoy un lugar central en los estudios científicos más recientes sobre la biosfera. Por un lado, los oceanógrafos analizan los cambios acelerados que experimenta la química y la dinámica de los océanos; por otro, los climatólogos han integrado la inmensa masa marina en el análisis del ciclo del agua, cada vez más alterado por el cambio climático. Ambas disciplinas avanzan en paralelo y coinciden en un punto clave: frenar la degradación de la biodiversidad marina y mitigar el calentamiento global solo será posible si se controla la actividad humana en tierra firme, su causa principal.

Imagen We Are Water

La contaminación que alcanza las playas del Mediterráneo escenifica las consecuencias directas de la actividad humana en tierra firme, pero también convierte la orilla en un aula abierta de conciencia ambiental. © Freepik

Un océano en miniatura muy estresado

En el mar Mediterráneo converge la atención de los oceanógrafos pues allí se dan prácticamente todas las interacciones tierra-mar a escala reducida. Jordi Flos, oceanógrafo de la Universidad de Barcelona afirma que “el Mediterráneo es un océano en miniatura” con una complejidad única y vulnerable debido a su peculiar dinámica hídrica. Es una cuenca cerrada en la que el caudal de entrada es mayor que el de salida, ya que es un mar que pierde agua hacia la atmósfera por evaporación”, asegura Flos.Existe un intercambio constante con el océano Atlántico a través del estrecho de Gibraltar. Si se cerrara el estrecho, el Mediterráneo se secaría en unos 100 años”. Estas características confieren al mar una especial vulnerabilidad.

Como los océanos Índico, Atlántico y Pacífico, el Mediterráneo baña tres continentes, pero es el único que lo hace simultáneamente sobre las costas de Europa, Asia y África: al norte, Europa, con países altamente industrializados; al sur, África, con economías en desarrollo o en proceso de transformación; y al este, Asia, con  territorios marcados por seculares tensiones geopolíticas y crisis humanitarias.

Grandes ríos —el Nilo, el Danubio, el Ródano, el Po y el Ebro— conectan el mar con vastas regiones del interior del continente. Estos cauces, junto a otras cuencas fluviales más pequeñas pero también afectadas por actividades industriales, conforman uno de los principales vectores de la interacción tierra-mar en su vertiente más negativa: gran parte de la contaminación que arrastran acaba depositándose en el Mediterráneo.

Existe además un problema añadido: las aguas del Mediterráneo se encuentran entre las que más rápidamente se están calentando. Como ya comentamos, este aumento de temperatura incrementa la evaporación y, con ella, la presencia de vapor de agua en la atmósfera, un factor que contribuye a episodios de lluvias extremas y temporales anómalos, como el devastador ciclón que afectó a Libia en 2023 o las inundaciones del pasado octubre en Valencia.

Las ciudades y el turismo, una presión incesante

Aproximadamente un tercio de la población de la cuenca mediterránea vive en las regiones costeras que son unas de las más densamente urbanizadas y turísticamente desarrolladas del mundo. En países como Francia, Italia y los estados balcánicos, más de la mitad de la costa está urbanizada. En la costa adriática italiana, esta proporción asciende al 70%, y en algunos países insulares como Chipre, Malta o Mónaco, alcanza el 100%

Según el Observatorio Mediterráneo del Medio Ambiente y el Desarrollo Sostenible (Plain Blue) los países mediterráneos reciben alrededor de 360 millones de llegadas internacionales de turistas al año, lo que representa aproximadamente el 27% del turismo mundial. Esta actividad se concentra en gran medida durante los meses de verano, intensificando la presión sobre los ecosistemas litorales y los sistemas de gestión urbana

Esta elevada concentración humana en las riberas mediterráneas tiene implicaciones significativas para la gestión del saneamiento urbano, especialmente frente al aumento de tormentas intensas vinculadas al cambio climático. Las avenidas causadas por aguaceros violentos desbordan con frecuencia la capacidad del alcantarillado, provocando vertidos contaminantes al mar. Estos arrastres incluyen residuos sólidos, productos químicos, microplásticos, materia orgánica y bacterias patógenas, con consecuencias directas sobre la calidad del agua y los ecosistemas marinos.

Aunque algunas ciudades han comenzado a sancionar el abandono de residuos, las medidas siguen siendo insuficientes frente a la magnitud del problema. La planificación urbanística y turística debe adaptarse con urgencia a este nuevo contexto climático y ecológico, incorporando soluciones basadas en la naturaleza y sistemas de drenaje sostenibles.

Imagen We Are Water

En países como Francia, Italia y los estados balcánicos, más de la mitad de la costa está urbanizada. En la costa adriática italiana, esta proporción asciende al 70%, y en algunos países insulares como Chipre, Malta o Mónaco, alcanza el 100%. © pexels-jeshoots

Lo que nos enseñan las playas

Las playas urbanas son un espejo de lo que ocurre mar adentro: cada marea o tormenta arrastra hasta la arena un inventario de nuestro consumo cotidiano. Allí queda lo que transporta la escorrentía urbana: fragmentos de plástico, bastoncillos, toallitas húmedas, restos de embalajes, microplásticos, colillas e incluso medicamentos. Las playas nos lanzan una señal de alarma ambiental y evidencian que la contaminación del agua no tiene fronteras ni entiende de jurisdicciones: plásticos vertidos en el Nilo acaban en las Baleares; residuos generados en Venecia viajan por el Adriático hasta las costas de Libia; redes de pesca perdidas en Málaga aprisionan tortugas en Grecia.

Sin embargo, este mosaico de residuos constituye también una oportunidad pedagógica: identificar lo que llega a la orilla permite comprender su origen, vincularlo con nuestras prácticas cotidianas y promover cambios de conducta. Por eso las acciones de limpieza y observación activa en las playas son tan valiosas. Cada vez más instituciones públicas, entidades privadas y organizaciones de la sociedad civil promueven actividades de recogida de residuos que se convierten en experiencias educativas significativas.

La Bluewave Alliance: sanar el Mediterráneo

El pasado Día Mundial del Agua, organizamos una de estas iniciativas en Barcelona, ciudad que se ha consolidado como uno de los observatorios del agua y del saneamiento urbano más relevantes de Europa. Participamos en la Bluewave Alliance, una iniciativa de ISDIN que impulsa la restauración ecológica del Mediterráneo a través de ocho proyectos que combinan ciencia, divulgación y participación ciudadana activa.

En la playa de San Sebastià, una de las más más frecuentadas de la ciudad, convocamos a la ciudadanía a una acción de limpieza y ofrecimos una charla divulgativa sobre la contaminación marina y sus consecuencias. La alta participación demostró el creciente interés por la salud del mar y la conciencia de que nuestras acciones en tierra tienen un impacto directo en los ecosistemas acuáticos.

Durante la jornada, los asistentes constataron de forma directa la gran cantidad de residuos presentes en la arena, su procedencia y su impacto sobre la biodiversidad. Clasificamos plásticos, colillas, envoltorios, utensilios y todo tipo de residuos sólidos, reflexionando juntos sobre las acciones más eficaces para reducir su presencia y prevenir su llegada al mar.

Este tipo de actividades trascienden el gesto puntual: transforman la playa en un aula abierta donde aprender, comprender y actuar. Son una poderosa herramienta para visibilizar la conexión entre nuestros hábitos y el estado de los ecosistemas marinos.

En el Mediterráneo convergen prácticamente todos los problemas derivados de la interacción tierra-mar. Solo una ciudadanía informada, implicada y activa puede generar la masa crítica necesaria para impulsar las buenas prácticas y exigir a los responsables políticos mejoras en las infraestructuras, la implementación de soluciones basadas en la naturaleza y el fomento de un turismo responsable.

El Mediterráneo, y el resto de los mares, necesitan con urgencia la fuerza transformadora de la ciudadanía.