Devastación en Libia: ¿Cómo evitar la indefensión meteorológica?

Las inundaciones de este verano en el Mediterráneo han superado cualquier previsión. La tragedia de Libia muestra la letal vulnerabilidad resultante de la combinación de un ciclón con el abandono de las instalaciones hidráulicas. La implementación de la Iniciativa de Alerta Temprana Global se hace urgente, tanto como la visibilización de las zonas del mundo más expuestas y con las instalaciones hidráulicas más vulnerables.

Vídeo

La palabra wadi es un término árabe que se utiliza para designar un tipo de lecho fluvial que sólo tiene agua en la temporada de lluvias; el resto del año permanece seco. Casi todos los wadi de la costa este norteafricana presentan un lecho pedregoso duro y poco permeable que absorbe poco el agua. Cuando llueve las escorrentías son inmediatas, y violentas en el caso de aguaceros intensos.

Pero lo que ha ocurrido en el wadi Darnah, que atraviesa el corazón de la ciudad de Derna antes de desembocar en el mar, no lo recuerdan ni los ancianos del lugar. El 10 de septiembre, la tormenta Daniel, que pocos días antes había devastado Grecia, descargó con brutal intensidad. Generó más de 414 litros de lluvia en 24 horas en Al-Bayda, una ciudad al oeste de Derna, una cantidad nunca registrada y que es más de lo que llueve en la zona en un año (unos 350 litros).

Imagen We Are Water

El wadi Darah tras la avenida. La tragedia de Libia muestra la letal vulnerabilidad resultante de la combinación de un ciclón con el abandono de las instalaciones hidráulicas. © Libyan Red Crescent

En el wadi Darnah, existen dos presas: una sobre la periferia sur de la población, la Al Bilad, de 1,5 millones de m3; y otra unos 20 km aguas arriba en las montañas, la Abu Mansour, de 22,5 millones de m3. A consecuencia del brusco incremento del agua que sobrepasó el límite de capacidad del embalse, el dique de Abu Mansour colapsó y el agua arrasó el cauce del wadi hasta alcanzar la presa de Al Bilad que tampoco aguantó.

Barrios enteros borrados del mapa

La avenida en Derna fue devastadora. Buena parte de las casas de los barrios adyacentes al wadi fueron arrasadas y en algunas zonas el agua sobrepasó los cinco metros de altura, por lo que las personas que se encontraban en los primeros pisos de los edificios se ahogaron o fueron arrastradas al mar.

Imagen We Are Water

En Libia, la rotura de las presas fue uno de los factores que más contribuyeron a la catástrofe. © OCHA

La estimación de víctimas aún no es definitiva y pasará tiempo hasta que se confirme el número de muertos, pues diez días después del desastre el mar continuaba arrojando cadáveres a las playas. El 20 de septiembre, la ONU calculaba 11.300 fallecidos y 10.000 desaparecidos; más de 40.000 personas han perdido sus hogares y el 70% de las infraestructuras viarias, de suministro de agua y de saneamiento han quedado destruidas. Los desplazados se cuentan también por decenas de millares y, según UNICEF, 300.000 menores precisan ayuda.

La violencia del Daniel

Pocos días antes, la tormenta bautizada Daniel había sido un fenómeno sin precedentes en Grecia, Turquía y Bulgaria, causando decenas de muertes y miles de desplazados de sus hogares. En el centro de Grecia, el 5 de septiembre se batió el récord de lluvia, desde que funcionan los observatorios meteorológicos.

Imagen We Are Water

Pocos días antes, la tormenta bautizada Daniel había sido un fenómeno sin precedentes en Grecia, Turquía y Bulgaria. ©Makis Theodorou

La Organización Meteorológica Mundial, calificó al Daniel como un “medicán”, un fenómeno híbrido que muestra algunas características de un ciclón tropical y otras de una tormenta de latitudes medias. Está causado por la corriente en chorro en altura (jet stream) que aporta aire frío unos 7 – 12 km sobre el nivel del mar, lo que unido a la alta temperatura del agua, (el Mediterráneo alcanzó este julio temperaturas superficiales de 30ºC) provoca una depresión muy potente cuya dinámica se asemeja a los ciclones caribeños.

El abandono, más letal que un ciclón

Sin embargo, es evidente que en Libia la rotura de las presas fue uno de los factores que más contribuyeron a la catástrofe. Un primer análisis apunta que el deterioro de los diques y los aliviaderos de los embalses, embozados tras años sin limpiarse, fueron los principales causantes del colapso de las estructuras. Según el vicealcalde de Derna, las instalaciones no habían recibido ningún tipo de mantenimiento desde 2002.

Bajo esta negligencia subyace un contexto político caótico y corrupto incapaz de afrontar una crisis económica endémica, la lucha contra el terrorismo y las mafias de la migración. Tras la caída de Muamar El Gadafi en 2011, el país se vio envuelto en una sangrienta guerra civil hasta 2020. Pese a que oficialmente los dos bandos firmaron un alto el fuego permanente y acordaron la salida de tropas extranjeras, las secuelas del conflicto siguen bloqueando cualquier gobernanza eficaz.

El Consejo Presidencial del Gobierno de transición, ha ordenado una investigación para descubrir las posibles irresponsabilidades en la catástrofe, pero ahora la población afectada se enfrenta a la amenaza de las enfermedades subsiguientes a la acumulación de cadáveres y la destrucción de los sistemas de saneamiento y suministro de agua potable.

Alertas meteorológicas, más necesarias que nunca

La tragedia en Derna es un doloroso recordatorio de la importancia de la preparación y la respuesta eficaz en momentos de crisis. La necesidad de servicios meteorológicos funcionales y sistemas de alerta temprana nunca ha sido más evidente. Pocos minutos pueden salvar miles de vida.

En 2016, asistimos con una representación de meteorólogos españoles al 13º Forum International de la Météo et du Climat (FMI), organizado por la Organización Meteorológica Mundial (WMO) en París. Allí se abogó por el desarrollo e implementación definitiva de un sistema internacional de alertas. El plan no ha acabado de materializarse, pero las buenas noticias llegaron en la pasada COP27, cuando el proyecto se debatió con un nombre propio: la Iniciativa de Alerta Temprana Global. El plan redactado definitivamente por la WMO tiene como objetivo proteger a la totalidad de habitantes de la Tierra mediante la instalación de sistemas que emitan advertencias anticipadas a los fenómenos extremos peligrosos. El proyecto tiene la máxima prioridad en el Plan Estratégico de la WMO para 2024-2027 y es de esperar que los desastres del Mediterráneo de este verano lo aceleren.

Existe tecnología para ello y ésta debe ser compartida. La crisis climática nos obliga a reconsiderar también el mapa de la exposición a los desastres y observarlo desde la perspectiva de la vulnerabilidad, un factor que va en aumento. La indefensión ante la meteorología es un nuevo reto de la crisis climática que debemos afrontar.