En muchas comunidades rurales del mundo el problema no es la falta de agua, sino su calidad. Aunque existen fuentes disponibles, su consumo conlleva graves riesgos sanitarios: enfermedades diarreicas recurrentes, infecciones gastrointestinales, y en algunos casos, presencia natural de contaminantes como arsénico y flúor. Estas afecciones no siempre son letales, pero sí persistentes: desnutrición crónica, absentismo escolar, pérdida de productividad y debilitamiento general de la salud pública. Son males “silentes”: no acaparan titulares, pero tienen un enorme coste social
Estas endemias prosperan en el abandono estructural que padecen estas regiones y se perpetúan por la falta de inversión en soluciones técnicas eficaces para potabilizar el agua. En muchos casos, las soluciones existen, pero no son accesibles ni sostenibles para las comunidades. Sin embargo, varias de estas tecnologías se han simplificado notablemente en los últimos años, al tiempo que sus costes de implementación han descendido.
Una de ellas es la ósmosis inversa (RO, del inglés reverse osmosis) que, aunque fue desarrollada hace más de medio siglo, está viviendo una segunda vida gracias a su abaratamiento y simplificación. Actualmente, está transformando la vida de miles de personas que conviven con el agua contaminada.
En muchas comunidades rurales del mundo el problema no es la falta de agua, sino su calidad. Aunque existen fuentes disponibles, su consumo conlleva graves riesgos sanitarios. © pexels-ganta-srinivas
Nuestra experiencia en el terreno
En la Fundación comenzamos a aplicar esta tecnología en 2019. Nuestro primer proyecto con ósmosis inversa se llevó a cabo en tres escuelas y dos aldeas del área de Dornala, en Andhra Pradesh, India. La situación era crítica: los niños enfermaban con frecuencia y la comunidad sufría una endemia de infecciones gastrointestinales que afectaba a su desarrollo educativo y social. Tras la instalación de los sistemas de ósmosis inversa, se logró erradicar el problema en menos de un año, beneficiando directamente a más de 2.000 personas.
Desde entonces, hemos implementado esta solución en más de una veintena de intervenciones, alcanzando a unas 30.000 personas. Este año, estamos incidiendo especialmente en dos nuevos proyectos: uno en Colombia y otro en India.
En Colombia, trabajamos con la comunidad indígena de Los Moreneros, en Riohacha-Guajira, donde existe una planta de ósmosis inversa instalada hace años pero nunca operativa. El sistema incluye un pozo de ocho metros de profundidad y un tanque elevado de unos 30 m³, ambos con deficiencias estructurales. Aunque el volumen de agua disponible es adecuado, su calidad no lo es, por falta de tratamiento. Nuestro trabajo consiste en restaurar el sistema, formar a la comunidad para su operación y mantenimiento, y garantizar así un suministro seguro y sostenible.
En India, acabamos de finalizar un proyecto para proporcionar acceso al agua y el saneamiento para la escuela y los hogares marginados de Bhupalpally, en Telangana. La escuela secundaria pública ZPHS de Bhupalpally se encuentra en una zona con fuentes de agua superficiales y subterráneas contaminadas, por lo que las enfermedades diarreicas eran endémicas entre los alumnos, quienes a menudo trasladaban esta insalubridad a sus familias al transportar agua dede la escuela.
En pocas semanas, la instalación de una planta de ósmosis inversa, junto con módulos de letrinas seguras y estaciones de higiene, ha transformado el entorno. Bhavani, madre de dos alumnos, se ha beneficiado de una mejora radical en su vida: “Ya nadie enferma por beber agua y mis hijos no se pierden una clase”.
Planta de ósmosis inversa que hemos instalado en la escuela secundaria pública ZPHS de Bhupalpally.
¿Qué es la ósmosis inversa y por qué puede ser una solución?
La ósmosis es un principio físico natural por el que el agua contenida en dos compartimentos separados por una membrana semipermeable (con poros de tamaño molecular) tiende a equilibrar las concentraciones de solutos (materia disuelta) a ambos lados. Es un fenómeno esencial que ha hecho posible el metabolismo celular y, con él, la vida en la Tierra tal como la conocemos.
La ósmosis inversa se basa en aplicar presión al agua cargada de solutos (es decir, contaminada) para obligarla a pasar por una membrana que solo permite el paso de las moléculas de agua.
Este sistema elimina bacterias, virus, sales disueltas, metales pesados, pesticidas y otros contaminantes químicos. Es especialmente útil en contextos donde las fuentes de agua presentan una salinidad elevada o están expuestas a contaminación natural o antropogénica (la provocada por la actividad humana), como ocurre en zonas áridas, costeras o mineras.
Aunque la ósmosis se conoce desde mediados del siglo XVII, la historia moderna de esta tecnología arranca en los años 1950, cuando científicos norteamericanos comenzaron a investigar su potencial para desalinizar agua de mar. En los años 1960 se lograron las primeras membranas eficientes, y desde entonces la ósmosis inversa se ha utilizado en barcos, laboratorios, industrias, hospitales y, más recientemente, en zonas alejadas de las redes de suministro con problemas de potabilidad difíciles de solucionar. En las últimas dos décadas, su diseño se ha miniaturizado y simplificado, abaratando considerablemente su coste y facilitando su mantenimiento.
Hoy existen modelos de pequeñas plantas capaces de abastecer a escuelas o aldeas enteras con una inversión asumible y un coste de operación razonable. El mantenimiento consiste principalmente en la limpieza periódica de filtros y la sustitución de membranas cada uno o dos años. Con una formación básica, las propias comunidades se encargan de estas tareas, con apoyo técnico ocasional.
Una gran ventaja es la calidad del agua obtenida. A diferencia de métodos como hervir o añadir cloro, que pueden alterar el sabor y dificultar la aceptación social, el agua tratada con ósmosis inversa es segura, inodora, y tiene buen sabor, lo que favorece su consumo regular.
En contextos de pobreza, donde las familias a menudo deben comprar agua embotellada o recorrer largas distancias para conseguir fuentes limpias, la ósmosis inversa representa una solución transformadora. © pexels-mike-sangma
Tecnología accesible y escalable
En contextos de pobreza, donde las familias a menudo deben comprar agua embotellada o recorrer largas distancias para conseguir fuentes limpias, la ósmosis inversa representa una solución transformadora. Su capacidad para adaptarse a diferentes escalas —desde un hogar hasta una escuela o toda una comunidad— la convierte en una opción especialmente atractiva para organizaciones que trabajan en cooperación, desarrollo rural y salud pública.
Además, su instalación en centros escolares, como los que hemos incorporado a nuestros proyectos, permite amplificar su impacto: no solo mejora la salud de los alumnos, sino que genera espacios para la educación en higiene, el ahorro de plástico y la sostenibilidad. Al asegurar el acceso diario al agua potable en estos espacios, se fortalecen la asistencia escolar y la equidad de género, especialmente en lugares donde las niñas se ven obligadas a abandonar la escuela por falta de saneamiento adecuado o por enfermedades recurrentes.
Una apuesta por la sostenibilidad comunitaria
Como ocurre con todas las soluciones tecnológicas, el éxito no está solo en la instalación, sino en su apropiación por parte de quienes la utilizan. Por eso, en todos nuestros proyectos, trabajamos desde el primer día con las comunidades para que comprendan el funcionamiento del sistema, se organicen en comités de mantenimiento, y participen en talleres sobre higiene, salud y gestión del agua.
Estas acciones son las que garantizan la sostenibilidad a largo plazo: cuando una comunidad entiende que el agua limpia no solo es un derecho, sino también una responsabilidad colectiva, el cambio se convierte en permanente.
Los sistemas de ósmosis inversa son cada vez más asequibles, eficaces y adaptables a escuelas y pequeñas comunidades rurales. © ADB