Aprender a cuidar el agua, un derecho inaplazable

La ciencia del agua es fundamental para comprender y gestionar los recursos hídricos subterráneos. Proporciona un conocimiento que debe estar al alcance de todos, especialmente de aquellos que sufren su falta de acceso. Es la base de la autosuficiencia agrícola, de la salud y la dignidad. Nuestra experiencia en la recuperación de pozos y cuerpos de agua corrobora su importancia para hacer frente a las sequías con instalaciones sostenibles.

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El viaje del agua a través del suelo hacia los acuíferos es un proceso mayormente invisible, excepto cuando vemos la lluvia desaparecer al ser absorbida por la tierra. A partir de ese momento, se inicia la fase subterránea del ciclo hidrológico, la cual es menos conocida pero juega un papel fundamental para garantizar nuestra seguridad hídrica en el futuro. El agua subterránea es un término general que incluye tanto la freática como la de los acuíferos, conocerlas es imprescindible para poder gestionarlas con eficacia.

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La ciencia del agua es fundamental para comprender y gestionar los recursos hídricos subterráneos © Freepik

La capa freática depende directamente de la lluvia

La primera capa del suelo contiene aire y algo de agua entre sus poros; se la denomina capa no saturada. A más profundidad, encontramos la capa freática con el suelo saturado; el que tiene todos sus espacios y poros llenos de agua. Cuando excavamos un pozo suficientemente profundo para llegar a la capa freática, el agua se acumula en el fondo y la podemos extraer.

Desde hace milenios, este tipo de pozos han sido vitales para la supervivencia, especialmente en entornos áridos y semiáridos. El sistema de extracción tradicional, basado en una noria para bajar y subir un cubo mediante una manivela, o jalando directamente de una cuerda, todavía se utiliza mayormente en las zonas pobres del mundo para acceder al agua.

Por otra parte, los acuíferos son formaciones geológicas determinadas que suelen estar a mayor profundidad que la capa freática. Se han llenado de agua mediante un proceso que se denomina de recarga: la infiltración de la lluvia o de flujos provenientes de ríos o arroyos.

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Desde hace milenios, este tipo de pozos han sido vitales para la supervivencia, especialmente en entornos áridos y semiáridos.

El agua de la capa freática depende directamente de la lluvia y del calor. En épocas de sequía el nivel freático desciende y en periodos de calor la evapotranspiración seca el suelo y la vegetación. Al extraer agua de un pozo, el agua freática disminuirá en la zona adyacente, pero se repondrá gradualmente a medida que continúe la recarga natural, que depende de la lluvia. Los acuíferos, pese a depender también de las precipitaciones, suelen tener un flujo de agua más estable y una mayor capacidad de almacenamiento que la capa freática.

En muchos casos, el agua de los acuíferos no es renovable a una escala de tiempo humana. Muchos de ellos, especialmente los que se encuentran en las tierras más secas, tienen un agua que ha tardado milenios en almacenarse. En estos casos, la extracción, que normalmente precisa de instalaciones de bombeo especializadas, puede ser fácilmente mayor que la recarga, y el acuífero corre el peligro de secarse. Si esto ocurre, es posible que la degradación geológica impida su regeneración, incluso aunque se apliquen sistemas de recarga artificial. Según el Banco Mundial, uno de cada cinco acuíferos del mundo está en riesgo de este tipo de agotamiento. Por la misma razón, la contaminación del agua de los acuíferos lleva a veces a situaciones en las que se hace muy difícil recuperarla para la salud del medio ambiente y el consumo humano.

El tesoro de un manantial

El agua de la capa freática no tiene la presión necesaria para fluir naturalmente hacia el exterior. La de los manantiales o fuentes naturales proviene generalmente de acuíferos que tienen suficiente presión para generar, por ejemplo, pozos artesianos (en los que al agua surge espontáneamente a la superficie), o abrirse camino por grietas geológicas o fallas en las capas rocosas, originando los clásicos manantiales. Esa agua que fluye libremente sin necesidad de extracción suele ser potable, ya que el proceso natural de filtración en el suelo la ha liberado de microorganismos.

Los manantiales han permitido el desarrollo de muchas comunidades y configurado civilizaciones a lo largo de la historia, y aún hoy proporcionan acceso seguro al agua a millones de personas. Su degradación, causada por las actividades humanas – agricultura y ganadería industrializadas y minería, principalmente – es una amenaza para muchas comunidades indígenas del mundo.

Conocer para gestionar

Los conocimientos hidrológicos permiten a las comunidades hacer valer sus derechos frente a gobiernos e intereses económicos extractivistas y crean una cultura de cuidado del agua. Es la mejor garantía de supervivencia para los que dependen de sus pequeñas explotaciones familiares y han visto secarse sus pozos y manantiales. En el el distrito de Alwar, en el Rajasthan (India), las sequías se han multiplicado en muchas aldeas rodeadas por la urbanización desordenada y el aumento de las minas de mármol que usan indiscriminadamente los lechos de los lagos, y el riego intensivo ha llevado a la escasez de agua subterránea. A principios de la década de 1990, el nivel freático estaba a los nueve metros, pero ha ido disminuyendo alcanzando en el algunos lugares los 180 metros.

Allí hemos iniciado un proyecto para ayudar a los aldeanos que desconocen las técnicas de captación del agua de lluvia y la recarga de agua subterránea. Además de la limpieza y profundización de los pozos, y la reparación de los diques de los pequeños estanques, enseñamos a la comunidad cómo construir pozos de recarga y planificamos con los grupos de autogestión la construcción de nuevos cuerpos de agua. Los aldeanos aprenden a cavar zanjas y contornos alrededor de los estanques para evitar la erosión del suelo y la pérdida de nutrientes durante la entrada de agua, y a plantar árboles para proteger la humedad del suelo y dar consistencia al terreno.

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Los manantiales han permitido el desarrollo de muchas comunidades y configurado civilizaciones a lo largo de la historia, y aún hoy proporcionan acceso seguro al agua a millones de personas © Nacentemackinac

También en las aldeas de Nandyal, en Andhra Pradesh., donde hemos iniciado otro proyecto, debido a las sequías consecutivas, el nivel freático en los pozos ha ido bajando, obligando a perforar a una profundidad de 90 a 100 metros. Nuestra intervención se basa en un levantamiento topográfico y un estudio técnico para restaurar un arroyo abandonado mediante la construcción de dos represas de contención. Igualmente allí, la comprensión del ciclo del agua en el subsuelo es una herramienta fundamental para que la comunidad se apropie del proyecto y lo haga sostenible.

Del mismo modo, esta filosofía de ayuda basada en el conocimiento rige el proyecto que hemos iniciado en una aldea de Tanzania, con la excavación de un pozo y la instalación de un sistema de distribución a fuentes localizadas. El trabajo con los aldeanos en la realización de un estudio hidrológico para identificar la capa freática desarrolla un conocimiento que empodera a la comunidad y facilita la apropiación del proyecto. También lo hemos comprobado en la ayuda al pueblo Chenchu para perforar sus pozos, y en los cuatro embalses construidos en los estados de Andhra Pradesh y Telangana.

En todos los proyectos, conocer la ciencia del agua permite a la comunidad cuidarla y tomar decisiones efectivas. Es la mejor garantía para la sostenibilidad y un derecho humano inaplazable e imprescindible para lograr el ODS 6.