Cambiar el estilo de vida. ¿De quién?

La concienciación sobre la crisis climática ha aumentado significativamente, pero menos que la predisposición a los cambios en el día a día de los habitantes del mundo industrializado. Las últimas encuestas lo demuestran. El caso del agua es una excepción.

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El cambio climático es ya una crisis climática para la mayoría de la población mundial. Las olas de calor, las sequías y las inundaciones han dado suficientes avisos. Las personas están debidamente informadas, y perciben en su vida cotidiana cómo los récords de temperatura y de días sin lluvia aumentan sin cesar. Ya son pocos los que lo niegan y sí muchos los que están seriamente alarmados. Parece evidente que la ciencia ha logrado divulgar su conclusión principal: el calentamiento atmosférico se multiplica y es antropogénico; es decir, es debido a la emisión de gases que causa la acción humana. Pero a la hora de pasar a la acción aún hay un buen trecho que recorrer.

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El calentamiento atmosférico se multiplica y es antropogénico; es decir, es debido a la emisión de gases que causa la acción humana. © Marek Piwnicki /unsplash

La percepción sigue siendo desigual

Recientemente se han multiplicado las encuestas sobre cómo percibe la población la crisis climática; pero no han abundado las que preguntan a las personas qué estarían dispuestas a cambiar para contribuir a la lucha por un futuro de soluciones. La mayor parte de los estudios se ha realizado preferentemente en los países desarrollados, los que más contribuyen en la emisión de gases y cuyo estilo de vida tiene mayor influencia en la maquinaria de la industria global. Los resultados, aunque muestran muchas coincidencias, arrojan algunas diferencias significativas.

La percepción del problema ha aumentado, pero de forma desigual entre los europeos y los estadounidenses. Hace dos años, la Universidad de Yale publicó que, en EEUU, el 66% cree que el cambio climático es un problema grave y el 56% comparte la idea de que está causado principalmente por la actividad humana; es una buena noticia ya que muestra un avance significativo en un país donde el negacionismo está muy arraigado. En contraste, por estas mismas fechas, la Comisión Europea declaró que el 92% de sus ciudadanos admite la gravedad de la situación climática y el 87% está convencido de que es antropogénico.

Las diferencias a ambos lados del Atlántico Norte, donde se gesta más de la mitad de la economía mundial, son notables y parecen marcar la horquilla entre máximos y mínimos. La prospección realizada por la agencia Ipsos, con presencia en más de 90 países, puede considerarse como la media de referencia: el 71% de los encuestados considera que el cambio climático es un problema grave y el 61% cree que está causado por la actividad humana.

La fase más visceral del negacionismo, aquella en la que las personas no admiten el fenómeno ni su gravedad parece que, afortunadamente, está acabando. Ahora la urgencia recae en que la concienciación se convierta en acción. Las noticias provenientes de los países ricos son cruciales; según el Banco Mundial, representan sólo el 16% de la población mundial, pero son responsables del 78% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero.

No pagar impuestos, pero sí plantar árboles

Una encuesta de YouGov realizada en Reino Unido, Francia, Alemania, Dinamarca, Suecia, España e Italia, muestra claramente que la concienciación respecto a la gravedad de la crisis climática avanza a grandes pasos. El 70 % de los habitantes de estos países está realmente preocupado por el calentamiento global y no llegan al 20% los que afirman que el cambio climático no está causado por la actividad humana, y apenas el 5% sigue negando que está ocurriendo. Los países del Arco Mediterráneo (Italia y España) son los que muestran mayores índices de preocupación. También existe un fuerte apoyo, alrededor del 80 %, a la opinión de que todos los países serían más efectivos para abordar el cambio climático si trabajaran conjuntamente.

Pero hubo menos acuerdo sobre qué es exactamente lo que las personas estaban dispuestas a hacer al respecto. El rechazo al plástico de un solo uso es ampliamente mayoritario, incluso el apoyo a que se legisle en contra de su comercialización. Sin embargo, la cuestión de la movilidad muestra lo enraizado que está el uso del automóvil en la evaluación de la calidad de vida de los europeos. La idea de dejar de conducir y exclusivamente usar el transporte público, caminar o ir en bicicleta avanza pero muy lentamente: en Francia, Italia y España, el 35 %, el 40 % y el 44 %, respectivamente, dijeron que estarían dispuestos a dar este paso radical en su estilo de vida.

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La idea de dejar de conducir y exclusivamente usar el transporte público, caminar o ir en bicicleta avanza pero muy lentamente. © Florian Kurrasch / unsplash

Los que están en contra de la idea de prohibir la producción de automóviles de gasolina y diésel sigue siendo mayoritaria, aunque por estrecho margen. Sin embargo, los que se oponen a aumentar los impuestos sobre el combustible superan claramente en número a los que están a favor en todos los países: aproximadamente el 65% está en contra de pagar más en la estación de servicio.

Las medidas que no implican un gran sacrificio en el estilo de vida son las más populares. Entre ellas, los programas gubernamentales de plantación de árboles fueron los más apoyados. Lógicamente, en España, un país seriamente amenazado por la desertificación, se da la tasa más alta, el 92 %, y en Alemania, país mucho más boscoso, la más baja, el 77 %.

Crece ligeramente la oposición a la dieta carnívora y láctea

Respecto a los cambios en la dieta, la postura respecto a la ingesta de productos cárnicos y lácteos no experimenta grandes variaciones. Existe el conocimiento de que la ganadería intensiva de ganado bovino es responsable de alrededor del 14,5% de las emisiones de gases de efecto invernadero en todo el mundo. Sin embargo, la predisposición a cambiar los hábitos dietéticos es baja.

En estos siete países, casi un 5% de la población declara que prescinden totalmente de estos productos, un porcentaje que está aumentando ligeramente; y un 13,4 % estaría a favor de eliminarlos totalmente de su dieta. Pero la oposición sigue siendo importante: el 62,5% rechaza prescindir totalmente de carne y lácteos, una población que se mantiene estable.

Sin embargo, limitar estos productos ganaderos a 2-3 comidas a la semana muestra un mayor apoyo: el 35% está a favor, con una oposición del 30%; mientras un 18% asegura que su dieta ya incluye esta práctica.

Respecto al agua todo es distinto

La encuesta de YuoGov no entraba en temas de agua. Sin embargo, han surgido estos últimos años varios estudios significativos. Por lo general, en EEUU, país que consume de media unos 310 litros de agua por habitante y día, la mayoría desconoce el nivel de consumo que realizan. En Europa, según un informe de la Comisión Europea, el consumo medio de agua es mucho menor: alrededor de 120 litros por persona y día, pero muchos europeos, como los estadounidenses, no son conscientes de lo que podrían ahorrar y del coste que tiene el tratamiento de las aguas residuales.

Sin embargo, tanto en EEUU como en Europa, la concienciación por los problemas hídricos es ampliamente mayoritaria y se ajusta a la media global. Según una encuesta global realizada por Ipsos en 2021, el 68% de los encuestados dijo estar dispuesto a reducir su consumo de agua. En otro estudio, realizado por la Comisión Europea en 2020, se encontró que el 62% de sus ciudadanos incluso estaría dispuesto a pagar más por el agua si eso contribuiría a una gestión más sostenible del recurso.

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Para buen parte de los habitantes de las economías más pobres, respecto a los de economías ricas, el cambio de estilo de vida es de otra naturaleza mucho más dura: afrontar hambrunas y migraciones, salvar a los menores del agua en mal estado y reconstruir los hogares tras las inundaciones. © Rabiul Hasan

Los países industrializados son grandes importadores de agua mediante el comercio de alimentos. Los cálculos de la huella hídrica de los alimentos consumidos en un país como Reino Unido muestran que mientras el consumo medio de un británico (su factura del agua) es de unos 150 litros diarios, el consumo “real” es de 4.645 litros, más de 30 veces superior; dicho de otro modo, los bienes y servicios que consumen los británicos requieren indirectamente muchísima más agua que la que utilizan directamente en sus domicilios o empresas. Esta situación se da en la mayor parte de los países europeos y es un factor de desequilibrio también poco conocido que añade complejidad al ya controvertido tema de la dieta.

Es evidente que los problemas hídricos están más cerca de la población. También las personas perciben que la eficacia de sus acciones, como reducir la huella hídrica en la alimentación o ducharse en menos de cuatro minutos, es más tangible respecto al medio ambiente que la reducción del consumo energético o del uso del automóvil.

La información científica no basta

El conocimiento racional de lo que ocurre es fundamental pero, por sí solo, no modela las actitudes sociales, aunque se divulgue con eficacia. La tendencia a desplazar los problemas del cambio climático hacia el futuro o a relativizarlos frente a otros percibidos como más inmediatos se enraiza en la resistencia a los cambios de estilo de vida de los habitantes de las economías ricas. Mientras que, para buen parte de los de las más pobres, el cambio de estilo de vida es de otra naturaleza mucho más dura: afrontar hambrunas y migraciones, salvar a los menores del agua en mal estado y reconstruir los hogares tras las inundaciones. El mundo industrializado debe liderar los sacrificios, y pensar, sobre todo, que salvar al planeta es salvar a las personas.