Sudán: ¿Más refugiados en el olvido?

Otro estallido de violencia en Sudán vuelve a provocar una oleada de refugiados. De nuevo Chad, que ya acoge a más de 400.000 sudaneses en 13 campamentos, recibe una presión que difícilmente puede absorber. El conflicto activa las alertas geopolíticas. ¿Y las humanitarias?

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En menos tiempo de lo que tardarás en leer este artículo, unas 90 personas en algún lugar del mundo se habrán visto forzadas a migrar a causa de la violencia o por la ruina económica. Es un viaje con un futuro incierto que, en la mayor parte de ocasiones, no lleva a ninguna solución a corto plazo. El número de desplazados en el mundo no cesa de aumentar. Según ACNUR, en los últimos meses, los conflictos en los que están inmersos unos 25 países han causado un incremento dramático del número de viajeros forzados en el mundo: son ya 100 millones las personas que han abandonado su hogar, y más de la mitad son niños.

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Otro estallido de violencia en Sudán vuelve a provocar una oleada de refugiados. © UNHCR / Frederic NOY

El pasado Día Mundial del Retrete, en el debate “Saneamiento en conflicto” que organizamos en el Roca Madrid Gallery, José María Vera, director ejecutivo de UNICEF España, señaló: “¿Quién se acuerda de conflictos como el de la República Centroafricana? ¿Y de la hambruna en el cuerno de África, donde afrontamos una situación de desnutrición sin precedentes en las últimas décadas? ¿Y del Sahel?”. El olvido es una lacra que aparece en la sociedad económicamente fuerte por diversas causas; el peso de intereses geopolíticos, que desvían la atención de los medios de comunicación es una de las principales.

Sudán, otra vez

Hace pocas semanas, otro conflicto ha estallado en Sudán; un enfrentamiento entre el ejército gubernamental y milicias paramilitares. ACNUR, como la OIM, alertan de que se está desencadenando otra tragedia humanitaria que se añade a las que vienen asolando la región las últimas décadas. En las dos semanas siguientes al estallido de la violencia, el 15 de abril, abandonaron Sudán más de 50.000 personas, y los desplazados internos ascienden a 75.000. La cifra sigue creciendo.

El desánimo ante la interminable repetición de enfrentamientos armados no ayuda a la opinión pública a tomar conciencia de la necesidad de articular ayudas urgentes y efectivas. La violencia bélica viene siendo habitual en Sudán y Sudán del Sur; pero las crisis humanitarias que se desencadenan tienden a pasar desapercibidas. En 2011, ocurrió en el conflicto de Darfur, en Sudán occidental, una guerra entre el gobierno y los grupos rebeldes que se inició en 2003. Uno de los primeros proyectos en los que colaboramos con Intermón Oxfam tenía como objetivo, además de llevar agua y saneamiento a los campos de refugiados de Chad, luchar contra el olvido internacional de una tragedia humana que parece no tener fin.

Más presión en Chad y Sudán del Sur

Desde entonces, la situación de los refugiados aún no se ha solucionado. Chad ha sido el principal destino de los desplazados sudaneses y sursudaneses, y ACNUR informa de que son ya más de 400.000 desplazados de estos países que se refugian en 13 campamentos y en comunidades locales.

Chad comparte una frontera de 1.400 kilómetros con Sudán y los cruces se están multiplicando sin control. Como ocurre siempre en estos estallidos súbitos de violencia, la ayuda humanitaria tarda en organizarse y la mayoría de los primeros que huyen se quedan a la intemperie, bajo árboles, sin agua potable ni alimentos.

Su destino por defecto son los campos de refugiados, pues las poblaciones de la región son incapaces de acoger más de unos pocos centenares de personas que conviven con los desplazados en un clima de tensiones internas.

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Chad ha sido el principal destino de los desplazados sudaneses y sursudaneses, y ACNUR informa de que son ya más de 400.000 desplazados. Su destino por defecto son los campos de refugiados. © UNHCR / Frederic NOY

Estos campos se encuentran en pleno Sahel, una zona semidesértica que se ha visto devastada los últimos años por una concatenación de duras sequías. El sur del país, más húmedo, ha sufrido la merma de su potencial agrícola a causa de devastadoras inundaciones. A la falta de agua se une la inexistencia de infraestructuras de saneamiento para los refugiados, quienes conviven con la población autóctona en un clima de tensiones internas.

En Sudán del Sur, se da una situación inversa a la vivida los últimos años: el retorno de muchos los que huyeron en 2021 a causa de las peores inundaciones jamás sufridas en el país, y que todavía no habían podido regresar a sus hogares. Aunque muchos no pueden aún retomar sus cultivos, a finales de abril, unas 4.000 personas preferían la incertidumbre alimentaria a enfrentarse a la violencia.

En la República Democrática del Congo, la guerra sigue. ¿Lo sabías?

El drama está afectado por el contexto socioeconómico de los países de procedencia, y los de acogida. Dos de nuestras experiencias en proyectos de ayuda muestran situaciones muy dispares. En el campo para refugiados congoleños de Nyabiheke, en Ruanda, en plena zona ecuatorial, la planificación del agua y el saneamiento sigue los cánones de la OMS, al igual que las instalaciones para los desplazados ucranianos en Rumanía y la República de Moldavia.

Sin embargo, en el país africano, la crisis humanitaria proviene de un conflicto prácticamente silente en la mayor parte de los medios de comunicación internacionales y que, como en el caso de Sudán, tiende a quedar en segundo plano frente a otros más preocupantes. La guerra en la República Democrática del Congo, que oficialmente concluyó en 2002, sigue con secuelas ligadas a la extracción del coltán y al comercio de recursos naturales. Ruanda es el principal país de acogida, que depende totalmente de la ayuda internacional.

En el caso de la guerra de Ucrania, el éxodo de desplazados fue dramático desde el primer momento. Allí colaboramos con World Vision en un proyecto para rehabilitar 400 letrinas e instalaciones de higiene, tanto en asentamientos fronterizos como en ubicaciones de viviendas temporales, y con UNICEf en proporcionar agua a los que permanecen en el interior del país.

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En el campo para refugiados congoleños de Nyabiheke, en Ruanda, en plena zona ecuatorial, la planificación del agua y el saneamiento sigue los cánones de la OMS. ©World Vision

Sin embargo, la repercusión mediática es radicalmente opuesta. La guerra de Ucrania es una guerra en Europa, y el impacto internacional fue, y sigue siendo, mayor que la violencia endémica africana. Por otra parte, los países europeos fronterizos que acogieron el primer éxodo tienen economías avanzadas. Disponen de recursos para trasladar a los desplazados a centros urbanos donde, en pabellones o polideportivos, pueden asegurarles lo básico: agua, alimento, cobijo, kits de higiene, medicinas y saneamiento. Una minoría fueron acogidos en hogares, algunas de cuyas familias tuvieron que esforzarse para adecuar un rincón en sus casas y compartir recursos que en muchos casos no sobraban. En el mismo encuentro de Madrid, Javier Ruiz, CEO de World Vision España, alertó sobre la diferente percepción que las crisis cercanas tienen en el mundo desarrollado: “No podemos olvidar los otros conflictos. No hay desplazados de primera y de segunda”.

¿No hay dinero para una letrina para 20 personas y un grifo para 80?

Desde hace tiempo, las crisis que la violencia y las sequías desencadenan en África se plantean más desde una perspectiva geopolítica que humanitaria. Los grandes medios de comunicación internacionales y los gobiernos de los países ricos, parecen prestar más atención a las injerencias de Rusia y China en la explotación de las minas de oro y de coltán, y a cómo puede afectar la construcción de la Gran Presa del Renacimiento Etíope al equilibrio africano, que actuar decididamente en solventar el drama humano de los refugiados.

Levantar campamentos de acogida significa armar tiendas de lona en las que dar cobijo, habilitar enfermerías, cocinas de campaña, escuelas y talleres de mantenimiento; y es preciso asegurar el agua y el saneamiento para que todo funcione. Independientemente del clima del país de acogida, el flujo de migrantes conlleva un desequilibrio demográfico, con consecuencias más estresantes cuanto mayor es la pobreza de sus habitantes. La situación se agrava cuando algunos campamentos de refugiados se convierten en asentamientos permanentes, auténticas ciudades que absorben recursos, alteran el medio ambiente y multiplican el estrés social y económico.

Cinco litros de agua por persona y día es el mínimo para la supervivencia en la fase de emergencia; aunque la OMS aconseja suministrar a la mayor brevedad posible por lo menos 20 litros diarios a cada persona. Cada punto de suministro debe abastecer a no más de 80 refugiados. La necesidad de agua añade siempre presión, que se torna insostenible en las zonas en las que las carencias hídricas son un problema endémico, como en las regiones semidesérticas de Chad.

El siguiente paso es procurar el saneamiento, un factor imprescindible para la salud de los acampados. Hay que instalar letrinas, lavamanos y duchas, y su planificación es compleja. La solución estándar de emergencia es construir letrinas de pozo comunes para ambos sexos, calculando un mínimo de una por cada 20 personas. En la fase de emergencia inicial, pocas se conciben para los discapacitados, que precisan de ayuda para su uso.

En 2021, la ONU hizo un llamamiento internacional solicitando 35.000 millones de USD destinados a la financiación humanitaria, en la que se incluyen los campamentos para refugiados. Según el Banco Mundial, esta cantidad representa aproximadamente el 0,04% del PIB mundial. No supondría un gran esfuerzo conseguirlo, pero parece ser que la atención está en otra parte. Como señaló Karmele Sáez, responsable del Departamento de Proyectos de ACNUR: “El problema es que cada vez hay más desplazados pero cada vez hay menos fondos”.