El estrés hídrico, factor geopolítico

El estrés hídrico avanza en el mundo. Si no tomamos medidas a corto plazo, a mediados de este siglo, la situación será crítica y amenazará seriamente el equilibrio geopolítico mundial. Los datos son explícitos. Tenemos en contra la demografía, el crecimiento extractivista y el cambio climático. A favor, la cada vez mayor concienciación de los gobernantes y empresas, y una ciudadanía con cada vez más conocimiento.

Vídeo

Una cuarta parte de la población mundial, unos 2.000 millones de personas, vive en la actualidad en una situación de estrés hídrico. Son los nuevos datos que reporta el Atlas de riesgos hídricos del Instituto de Recursos Mundiales (WRI). El estrés hídrico se manifiesta cuando la demanda de agua supera a la oferta. Según ONU Agua, cuando una zona se enfrenta un “estrés hídrico extremo” es que está utilizando al menos el 80% de su agua disponible; un “estrés hídrico elevado” significa que está retirando el 40%.

Imagen We Are Water

El estrés hídrico avanza en el mundo. Si no tomamos medidas a corto plazo, a mediados de este siglo, la situación será crítica y amenazará seriamente el equilibrio geopolítico mundial. © Freepik

Según el informe, las regiones con mayor estrés hídrico son Oriente Medio y África del Norte, con un 83% de exposición de la población a un estrés extremadamente alto; y el sur de Asia, donde casi el 74% está expuesto. Esta población se reparte en unos 25 países, situados preferentemente en las zonas más áridas del mundo; los cinco que más estrés sufren son Bahrein, Chipre, Kuwait, Líbano, Omán y Qatar; les siguen los Emiratos Árabes, Arabia Saudita, Israel, Egipto y Libia.

Un problema en aumento

Además de estas zonas en las que el estrés hídrico es endémico, el informe señala que prácticamente la mitad de la población mundial (alrededor de 4.000 millones de personas) vive en la actualidad en condiciones de desequilibrio durante al menos un mes al año.

Lo más preocupante es que este problema aumenta constantemente. Para 2050, se espera que 1.000 millones de personas adicionales vivan con un estrés hídrico extremadamente alto. Esto significa que unos 7.000 millones se verán obligadas, en algún momento cada año, a gestionar el suministro de agua para que ésta no falte para el cultivo, la cría de ganado, la producción de electricidad y el mantenimiento de su salud. Si se cumplen las previsiones de crecimiento demográfico de la ONU, en 2050 la población mundial será de 9.700 millones; es decir, tan sólo unos 2.700 millones se verán libres del estrés hídrico.

Imagen We Are Water

Para 2050, unos 7.000 millones de personas se verán obligadas, en algún momento cada año, a gestionar el suministro de agua para que ésta no falte para el cultivo. © Freepik

La demanda de agua va en aumento y no ha parado de crecer: se ha más que duplicado desde 1960; aquel año la población mundial era de unos 3.000 millones y ahora hemos alcanzado los 8.000. No sólo ha aumentado la población, sino la actividad industrial: la agricultura, ganadería, energía y las manufacturas. En términos macroeconómicos, se calcula que, en 2050, el PIB mundial será de 225 billones de USD y, si se cumplen las previsiones de consumo de agua, 70 billones (el 31%) estarán expuestos al estrés hídrico. Es una suma de vértigo, sobre todo si tenemos en cuenta que en 2010, el PIB expuesto alcanzaba los 15 billones de USD (el 24 %).

La aritmética de la huella hídrica

El panorama es inquietante. A mayor estrés hídrico más vulnerabilidad ante la falta de agua. Por ejemplo, un país con estrés hídrico que sufre un periodo de sequía anómalo está abocado al colapso ya sea de su agricultura y ganadería – lo más común en las regiones pobres -, al corte de suministro urbano o al bloqueo de su producción energética, o a las tres cosas a la vez. Un dramático ejemplo lo tenemos en las hambrunas que se desencadenan en el Sahel y el Cuerno de África cada vez que una sequía azota estas regiones.

Además del clima y del crecimiento económico, otros factores influyen en el estrés hídrico. El comercio internacional es uno de ellos. Un estudio publicado el pasado enero en la revista Science Direct muestra que los resultados de la actividad comercial entre países son muy dispares: esta actividad alivia el estrés para 2.200 millones de personas en los países de ingresos altos y medianos altos; pero lo agrava para 2.100 millones en países de ingresos bajos y medianos bajos, que son por lo general los que mayores problemas tienen de escasez de agua. Los primeros “importan” agua en forma de la huella hídrica de los productos (principalmente agrícolas y fibras textiles), los otros la “exportan”.

Jaque a la seguridad alimentaria

La seguridad hídrica del planeta está en riesgo y, en consecuencia, la seguridad alimentaria. Según la FAO, para alimentar a los 9.700 millones de personas de 2050, el mundo necesitará producir un 56% más de calorías que en 2010. El 60% de la agricultura del mundo ya se enfrenta a un estrés hídrico extremadamente alto, en particular la caña de azúcar, el trigo, el arroz y el maíz, cultivos clave en buena parte de los países pobres.

Por otra parte, hablar en términos de calorías es equívoco, pues la alimentación humana correcta precisa de un aporte proteico, vitamínico y mineral que los cereales no proporcionan completamente más allá del aporte calórico. En 2017, la FAO calculaba que cerca de 795 millones de personas pasaban hambre, y más de 2.000 millones carecían de los micronutrientes básicos en su dieta.

Imagen We Are Water

La seguridad hídrica del planeta está en riesgo y, en consecuencia, la seguridad alimentaria. © Freepik

En su Informe especial sobre cambio climático y tierra, el IPCC aboga por una “dieta equilibrada” a nivel global, para mitigar la huella de carbono. Los cambios dietéticos propuestos se basan en fomentar el consumo de productos de origen vegetal, y en la reducción de los de origen animal, que deben además ser producidos con métodos de bajas emisiones. Sin embargo, no todos los habitantes de los países pobres pueden acceder a una dieta equilibrada y siguen basando su subsistencia en los cereales. En el sur de Asia es el arroz, que precisa riego por inundación; en el Sahel son el mijo y el sorgo, que son de secano y con una huella hídrica mucho más reducida.

Para plantear la seguridad alimentaria es preciso calcular con la mayor exactitud posible la relación del estrés hídrico con la producción de alimentos y hacerlo en base a una dieta equilibrada universal. No es tarea fácil, pues algunos de los cultivos que equilibran la nutrición, como las verduras, las legumbres y algunos productos de origen animal, como los huevos y los lácteos, tienen una huella hídrica muy variable y en algunos casos alta.

Un factor geopolítico clave

A estas preocupaciones hay que añadir la producción energética. La falta de agua puede provocar cortes de energía con las consecuentes pérdidas industriales y agrícolas. Ya ha habido un caso notable: en India, la falta de agua para enfriar las centrales térmicas entre 2017 y 2021 provocó una pérdida de energía de 8,2 teravatios-hora, una cantidad de electricidad suficiente para el suministro de 1,5 millones de hogares durante cinco años.

Imagen We Are Water

El estrés hídrico aumentará con el calentamiento global y el crecimiento demográfico e industrial. © Freepik

El estrés hídrico aumentará con el calentamiento global y el crecimiento demográfico e industrial. Es un factor de estrategia geopolítica de primer orden. Desde que hace 50 años comenzaron las alertas sobre el cambio climático, economistas y políticos han ido considerando sus consecuencias en el equilibrio mundial. A medida que las consecuencias de la inseguridad hídrica han ido causando hambrunas, migraciones y tensiones internacionales, ha crecido la conciencia de que un mundo equilibrado y justo necesita mitigar y tener controlado el estrés hídrico. Es ya evidente que prácticamente todos los ODS dependen de que no falte el agua y de que no se produzca un fracaso agrícola global.

Más acción y mayor conocimiento

La seguridad hídrica va más allá del simple acceso al agua e implica un trabajo constante. Los países deben mejorar su gobernanza del agua, incentivar la eficiencia hídrica en la agricultura, adoptar una gestión integrada de los recursos hídricos a través de soluciones basadas en la naturaleza. Las entidades financieras están en la obligación de trazar programas estratégicos de alivio de la deuda, de forma similar a a la decisión del Banco Mundial de suspender temporalmente el pago la deuda a los países afectados por desastres naturales, y las empresas deberían establecer objetivos hídricos con base científica.

Para que todo ello sea realizable, es imprescindible encontrar el contenido y los canales de comunicación adecuados para trasmitir el conocimiento sobre el ciclo del agua y concienciar a los ciudadanos. Una ciudadanía informada presionará más a los gobiernos. Un conocimiento compartido facilitará la adopción de modelos de gestión eficaces porque serán propiedad intelectual de todos.